Estuve angustiado, sin saber con quien hablar ni que hacer. Una tarde vi a mi madre en el jardín y me acerquéCortaba hierbas
-¿Te ayudó?- le dije
-Si, claro- contestó, alcanzandome unas tijeras- Corta el tomillo-
Nos quedamos un rato en silencio, envueltos en el perfume de las hierbas. Hasta que le pregunté
-¿Porque nunca hablamos de Ezequiel?-
Apoyó las cosas en el piso con mucha calma. Estiró su mano como para acariciarme
Me miró. Bajo la mano. Luego la vista y dijo en un susurro:
-Hay cosas de las que mejor no hablar-
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Los ojos del perro siberiano
De Todo-Hay un cierto aire de verdad en los ojos de los perros siberianos. Como si supieran nuestros secretos