Epílogo (Dawn)

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Una jovencita pelimorada con el cabello atado en una coleta alta caminaba con tranquilidad por la vereda de aquel vecindario de alta sociedad.

A la distancia que se encontraba podía ver su hogar. No quería llegar, no después de lo sucedido en la escuela hace unos minutos; si sus padres veían el arañazo en su mentón y el moretón en su labio inferior... No quería pensar en lo que su madre sería capaz de hacer, mucho menos su padre. Sabía que tendría problemas, así que lo mejor era pasar desapercibida. Ocultar sus heridas y fingir que nada sucedió sería difícil, en especial teniendo en cuenta a la persona que tenía como padre.

Tenía suerte que estuviera en los meses de invierno, el vestuario abrigador podía ocultarlo todo. Acomodó la bufanda cubriendo su boca; continuó caminando hasta que llegó a la entrada de su hogar. Saludó a las vigilantes, choferes y todos los que se encontraba.

Al abrir la puerta de la mansión se encontró con el mayordomo más leal que había en todo su hogar.

-- Señorita Lizzie, sea bienvenida -- saludó cordialmente.

-- Martín, buena tarde -- devolvió el saludo -- ¿Sabe si llegó mi madre?

-- Está en el comedor poniendo la mesa, me pidió que dijera que apenas llegara, vaya a cambiarse y baje de inmediato a almorzar.

-- Comprendo, ¿Mi padre?

-- Llegó hace unos minutos, esta en su oficina.

-- Gracias Martín, enseguida regreso -- se alejó lo más rápido posible antes de que pudiera deducir algo.

Entró a su habitación, con quien se encontró fue con una niña de ocho años con el mismo color de cabellera con reflejos azulados sobre su cama leyendo un libro.

-- Libia, ¿Qué haces aquí? -- preguntó acercandose.

-- Hace días pedí que me prestaras tu libro -- respondió sin verla -- ¿Se te olvidó, otra vez?

-- Tienes razón, ¿podrías por favor salir de aquí?

-- No hasta que me digas que fue lo que te pasó en el rostro -- levantó la mirada.

-- No sé de qué estás hablando.

-- Claro que lo sabes, ¿Por qué te cubres la boca? No hace mucho frío.

-- No te marcharás hasta que te diga, ¿Verdad?

-- Me conoces muy bien -- sonrió -- ya dime, ¿Qué sucedió?

-- No le digas nada a nadie, mucho menos a mamá y papá -- quitó su bufanda.

-- ¡¿Que te sucedió?! -- gritó al ver las heridas en el rostro de su hermana.

-- Baja la voz -- silenció -- peleé con Guadalupe a la salida de la escuela.

-- Eso explica todo. Descuida, no diré nada, no mientras me prestes tu vestido blanco.

-- Te pareces tanto a papá... que bueno que solo sea en el carácter. Te lo voy a regalar, así que por favor cierra la boca.

-- Sabes, es muy fácil ver como haces lo que sea para que mamá y papá no se enteren de nada... no quiero tu vestido -- se paró de la cama -- Eres mi hermana, me preocupas, ten cuidado para la próxima.

-- Gracias -- se acercó a abrazarla -- sabes, desde algunos años me he preguntado ¿Por qué siendo yo la mayor tú eres la que me cuida?

-- Eso es porque soy más responsable y más lista -- se apartó de ella -- y porque somos familia. Si realmente no quieres que mamá y papá vean tus heridas, cúbrelo con maquillaje. Mamá tiene un set en su mesa de noche.

En Menos De Un Año Nos CasamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora