Cap. 2

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Edd, cabeza de fuego

—Hola.

—Señorita, le recuerdo que las clases inician a las siete en punto. Ni un minuto más, ni un minuto menos.

—Sí, bueno, si no es evidente, soy de Cordialidad. Vengo desde el otro extremo de la ciudad...-

—Sus demás compañeros, como lo puede notar, han llegado a tiempo. Y, sí, en efecto, puedo notar que ellos también son de Cordialidad.

—Señora, me detuve en una de las oficinas porque, y si lee este papel lo podrá confirmar, me promovieron a las clases avanzadas.

La mujer Erudita tomó el papel que la joven Valentine de no más de trece años le tendía. Leyó y releyó lo que ponía en aquel papel, casi sin creerlo.

—Tome asiento junto a sus compañeros, señorita Reds.

La joven -y ya altanera- Valentine caminó por todo el salón hasta un asiento vacío casi en la esquina del lugar.

El pelirrojo a su lado la miró. La conocía, bueno, realmente solo la veía de lejos. En el Domo o en las Cosechas. Pero nunca se había atrevido a hablarle. El pequeño Edd sentía curiosidad de aquella castaña de la que solo escuchaba rumores en su facción.

No sabía mucho de ella, más allá de que era hija de Adam Reds, el hombre que era casi la mano derecha de Johanna, y de Cass Black, quien había sido asesinada hacía varios años ya justo en frente de su hija. Lo que sabía de la pecosa era poco, o realmente nada, ya que su conocimiento de ella era de fuentes poco confiables... como lo eran los rumores.

Ella mató a Jonathan Dübell con sus propias manos. No, a quien mató fue a su madre, con un arma, así es. Pero qué dices, si yo escuché que su madre se había suicidado. No, estás mal, ella la mató, está demente, ¿o no te había quedado claro ya, después de la muerte del pobre chico Dübell? Pero, entonces ¿a quién mató? A Jonathan y a Cass, es una demente, no se acerquen a ella. Resonó en su mente las voces de sus compañeros de facción, quienes hablaban pestes de la pobre Reds.

—¿Qué tanto me miras? La clase es al frente, no en mi cara.

Sacudió la cabeza y regresó su mirada al frente, ahora sus mejillas adoptando un fuerte y evidente sonrojo. ¡No se había dado cuenta de que la estaba mirando fijamente! Dios, debió haberse visto como un completo desquiciado.

La clase siguió con normalidad, y él sólo se preguntaba el por qué la habían promovido a las clases avanzadas, ya que durante los cincuenta minutos que duraba la susodicha, ella sólo se limitó a hacer dibujitos sinsentido en la parte de atrás de una libreta.

( . . . )

—Oye, ven aquí, Eddie.

—¿Qué quieres? Y mi nombre es Edd, no "Eddie".

—Sí, sí, como sea. ¿Por qué te juntas con ella? Es una desquiciada. ¿O es que acaso no has oído los rumores?

¿Que si los había escuchado? Dios, ya estaba harto de escucharlos.

—Sí, pero...-

—Oh, ya entiendo... te gusta, ¿no es cierto?

Young, Broke & Infamous || Tobias Eaton (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora