Cap. 8

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El Abismo

—Quédate quieto, maldito bastardo—, le gruñó con fastidio a Uriah, quien no paraba de fastidiar. Había tenido un mal día, y si bien entendía que eso no era un justificante valido para tratar mal a los demás, realmente no quería tratarlo peor.

—Estás de un terrible humor hoy—, comentó el moreno.

—Sí. ¿Y? ¿Qué pasa?—, dijo retadora, no queriendo ni siquiera entablar una maldita conversación—. ¿Sabes qué? A la mierda. A la mierda todos y todo. Me voy de esta porquería—, sin decir más, viendo como la sonrisa orgullosa de Uriah se transformaba en una mueca casi aterrada, se levantó de mesa y salió de la Cafetería.

Tenía dos razones. Dos principales razones. Que eran las "causantes" de su terrible y pésimo humor.

—¡¿Qué?! ¡Pecas! ¡¿A dónde...-?!

—Déjala—, le murmuró Marlene.

Eric. Eric y su estúpida y maldita arrogancia. Quería pisotearlo y abofetearlo, golpearlo hasta que escupiera sus dientes, uno a uno. Maldita sea, Eric, una hippie puede tener un buen puntaje, deja de ser un imbécil buscando excusas estúpidas para no valer los puntos.

Eso era. En resumidas cuentas. Su puntaje no subía, estaba estancada justo al borde de la peligrosa línea roja, por culpa del caprichoso y petulante Eric.

La segunda, era nada más y nada menos que el mismísimo Cuatro.

Era un idiota. Y ya está.

No despegaba sus ojos de ella en todo el día, la observaba entrenar, la observaba -mas de una vez- discutir con Eric. E, igualmente, más de una vez había tenido que quedarse hasta más tarde en la Sala de Entretenimiento cuidando a la castaña que parecía hacer hasta lo imposible por ganarse castigos estúpidos, impuestos por el rubio.

Caminó por los pasillos de Osadía, con tan mala cara, que incluso Max habría salido corriendo. Bueno, tal vez exageraba.

Llegó hasta el Abismo. Había un pequeño puente metálico, subió en este y apoyándose de las barras metálicas a cada lado del mismo, asomó su cabeza hacia abajo.

Era una larga caída, y un doloroso destino. La furiosa corriente de agua resonaba por todo el lugar... con tanta fuerza que el sonido le parecía casi ensordecedor.

Pero le gustaba.

Se halló a sí misma embelesada con el agua que rodeaba las grandes rocas al fondo del Abismo. Embelesada mirando las pequeñas gotas de agua que lograban salpicar sus botas y el borde de sus pantalones.

Embelesada pensando.

Se fijó en las paredes del Abismo. Eran grises y en su mayoría ya afectadas por la erosión. Paseó su vista por allí. Y notó algo fuera de lo común. Un recuadro, gris -casi plateado- en una de las paredes. Eso era... una puerta.

Alzó su mirada luego de un buen rato solo mirando hacia abajo, siendo consciente de que debía regresar a su realidad. De que había visto mal, porque, obviamente, no podía haber una puerta allá abajo. Escuchó -a pesar del imponente aullar del agua bajo sus pies- unos pasos, giró su vista hacia el pasillo por el que había llegado.

Y se halló con la imagen de quien menos esperaba ver. Bueno, tal vez, a quien menos quería ver en ese momento.

—Valentine.

—Cuatro—, espetó casi con desagrado.

—¿Vienes mucho aquí?—, dijo él finalmente, luego de un rato en el que se libró una silenciosa guerra de miradas entre los dos.

Young, Broke & Infamous || Tobias Eaton (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora