Cap. 4

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Osadía. Se siente como un maldito infierno

—¿Qué pasa? ¿Qué tiene? Nunca vi a Uriah tan callado, ni tan serio... ni tan poco Uriah.

—La Iniciación, pecas. Me duele todo. No me hables, no me toques, no me mires, me duele—, dramatizó a la vez que se tiraba a la mesa con una mueca de completo sufrimiento—. Te dije que no me miraras, ¡ah! ¡piedad!

—Está así porque Eric lo hizo entrenar por dos horas más que a los demás, solo porque se retrasó diez minutos—, le explicó Marlene.

—Detesto a ese hombre.

—Todos. Todos lo odiamos—, aclaró, tomando asiento junto a su amigo.

—Es un idiota—, gruñó Uriah, enderezándose en su asiento.

—Sí, bueno. Al menos a ti no te lanzaron cuchillos.

—Ah, mierda. Tienes mi respeto. Te enfrentaste a Eric, tienes más pantalones que cualquier otro Osado en todo el Pozo.

—¿Incluso más que tu?

—Bueno, tampoco te pases. Sabes que nadie supera al rey.

—Sí, pero el Rey de los idiotas—, Marlene apretó el brazos del moreno, haciéndolo contorcionarse y sacudirse en su lugar de puro y físico dolor.

Uriah tenía razón. Los entrenamientos eran duros, demasiado, estaban cumpliendo con lo dicho el primer día "hasta el límite". Y sus músculos sufrían las consecuencias.

—¿Cómo es que la enana no está agotada? Digo, eras de Cordialidad, ¿o no? He visto a hippies caer rendidos luego de entrenar, prácticamente los recogen con una pala por pedazos. Quedan destrozados. ¿Por qué tu no?

—Bueno, porque soy...- era de Cordialidad.

—Sí, pero... ¡los demás hippies!

—Bien, digamos que no era muy querida en Cordialidad... así que me tocaban los trabajos más pesados.

—¿Cómo qué? ¿Ya no recogías habichuelas, sino que te tocaba recoger las zanahorias?—, se burló un chico que -a decir verdad- jamás había visto. Lo pasó por alto y siguió con su explicación.

—No. Solo que llevar las carretillas cargadas con bultos repletos de papa, bajo el sol de medio día termina siendo útil.

Uriah picó su brazo como si se tratase de algo de goma, casi como verificando la existencia de una pequeña bolita firme de músculo en él.

—¡Qué dices! Tiene más músculo Jeanine Matthews que tu brazo escuincle.

—Bueno, mi brazo escuincle tiene mejor condición física que tu. No pudiste soportar el pequeño castigo de entrenar dos horas demás, porque, mira: te tenemos que recoger con una pala, por pedazos.

Jadeos de sorpresa y burla, incluso algunos "uhh, lo que te ha dicho" o "¿vas a dejar que una hippie te hable así?" se hicieron paso como si nada.

—Primero, diré que estoy sorprendido y te aplaudo por eso. Segundo, estamos en plan ofensas y quemando gente, pero tu lo haces como feo... ofendes mal. Me heriste, ya está, no, no, no lo intentes. El daño está hecho. Me duele aquí—, apuntó sus brazos pues principalmente estos habían sido los más afectados por el entrenamiento—. Y aquí—, apuntó hacia su propio pecho, a la altura del corazón—. Creo que no volveré a ser el mismo—, lloró falsamente de una forma realmente exagerada. Pero al ver que pecas ni se inmutaba y su única reacción era sonreír de lado con una ceja levantada, detuvo su escena y, recobrando la compostura, alzó un dedo y apuntó a la castaña—. Tercero, apuesto lo que quieras a que si hicieras el mismo entrenamiento que yo, quedarías igual de destrozada que yo...- no, incluso más.

Young, Broke & Infamous || Tobias Eaton (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora