Cap. 3

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La prueba de aptitud

—¿Estás nerviosa?—, preguntó el pelirrojo en frente suyo.

Lo miró desde el otro extremo de la mesa.

—No. Estoy ansiosa. Ya quiero acabar con esta porquería.

—Te irá bien...

—Edd, con todo respeto, la Prueba de aptitud no se trata de ir bien o mal. Se trata de los resultados que arroje.

—Bueno, entonces, si no te puede ir mal. ¿Qué es lo que te preocupa?

—Me preocupa que me salga Cordialidad...

—O Abnegación—, terminó él por ella, casi como sabiendo que eso diría. Asintió.

Llamaban a ocho personas cada tanto, por lo general usando únicamente sus apellidos -y en el caso que se tratase de hermanos, usaban apellido y luego el nombre, a modo de aclaración. Ella era hija única, la única Reds.

Y cuando escuchó el apellido de uno de los colaboradores de la Prueba, junto con el de otros siete más, se puso en pie.

Thompson, Harriet; Taylor; Sanders, Ellise; Rodriguez; Ross; Reds; Pedrard; Palmer. Andando.

Caminaron por los pasillos de las instalaciones, en fila india. Hasta llegar al final del pasillo, donde habían ocho puertas perfectamente alineadas una al lado de la otra. Cada uno se paró frente a una puerta, según el orden por el que habían sido llamados.

Una chica de Verdad, una chica de Erudición, un chico de Cordialidad, y un chico de Osadía, luego estaba ella, después, a su derecha: un chico de Osadía, un chico de Abnegación, y un chico de Erudición.

El Osado a su derecha la observó por un segundo y le sonrío. Le regresó el gesto, tal vez porque estaba aterrada, tal vez porque quiso ser amable, tal vez porque necesitaba esa sonrisa o tal vez porque pensó que el chico la necesitaba.

Las puertas se abrieron e ingresó la sala.

Era pequeña, perfectamente bien iluminada y una pared completa estaba tapizada en espejos. Observó su reflejo, tal vez más de lo que le hubiese gustado; vio algunas cicatrices en su rostro, como en su tabique, en su mejilla, junto a su ojo derecho, -y si movía un poco el fleco que descansaba sobre su frente perfectamente bien peinado, podía observar una cicatriz en su ceja.

—¿Los Cordiales no saben saludar? Toma asiento, por favor. Mi nombre es Tori, hoy asistiré tu Prueba.

No dijo nada. Observó aquella silla medio reclinada justo en el centro de la habitación, junto a esta: una mesita. Y a la muchacha Osada que asistiría su Prueba.

Tomó asiento, observando con atención lo que la chica de cabello teñido hacía.

—Tómate esto—, le entregó una pequeña copita con un líquido azul en ella. Miró a la chica con desconfianza—. Es un suero, te inducirá en una simulación, y los neurotransmisores en él me permitirán ver tus resultados. Los cuales saldrán en esta pantalla de aquí—, le explicó con rapidez—. Ahora, bebelo. Hasta el fondo.

Y así lo hizo. No tenía olor, pero sí un fuerte sabor amargo que duró y perduró en su paladar y garganta hasta que finalmente entró en la tan mentada simulación.

Ya no había mesita, ni Tori, ni silla. Estaba de pie en medio de la habitación, y ya no había paredes grises y tristes, ahora solo había espejos. Cuatro espejos por paredes.

Se acercó a uno. Haciendo una mueca graciosa frente a este, hizo bizco, sacó la lengua. Tal vez sí tenía cuatro años.

—Elije.

Young, Broke & Infamous || Tobias Eaton (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora