Cap. 12

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Suero de la paz

Lo que sus ojos percibían eran figuras difusas y borrosas. Algunas veces una misma persona, aparecía ante sus ojos duplicada...- ¡triplicada!

Y los colores. Mierda, los colores. Jamas había visto los colores de Cordialidad tan fuertes, brillantes, vivos, vibrantes. Demonios, eran preciosos.

Tropezó por los campos abiertos, con una mueca casi infantil en el rostro. Dando saltitos y risitas ahogadas.

Tropezó, chocando sin querer con un Cordial con cara de cansancio.

—Deberías fijarte un poco por dónde caminas—, murmuró el hombre, para luego bufar, esperando como mínimo una disculpa por parte de la pecosa.

Pero, por lo general, eso no sucedería.

Por lo general. Este no era un caso en general.

—Lo lamento, lo lamento, en serio, es que...—, suspiró con una sonrisa en su rostro—, estaba un poco distraída, ya sabe por todo, en realidad. El césped, la brisa, el sol, las personas—, rió dando un saltito en su lugar, cosa que extrañó al hombre; porque jamás en su vida pensó ver a una Osada comportarse así—. Todo es precioso, mierda. Qué maldita maravilla es estar vivos, ¿no lo cree?

—Yo...- amm... bueno, ¿sí?

—¡Oh! Se va mi tren, adiós, Cordial. Que seas feliz.

Y el hombre observó a la castaña irse dando saltitos, haciendo que luciese como una niña pequeña. ¿Tren? Se cuestionó el hombre.

Dio dos pasos tan silenciosamente como le fue posible, acechando desde detrás de unos arbustos, tomó impulso y saltó.

—Te atrapé. Ahora eres mío—, dijo victoriosa, con una sonrisa de lado. Sentada sobre el cuerpo del mayor—. ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu día, preciosidad? Hoy estás más malditamente bueno... ¿o soy solo yo?

Tobias, que desde hacía unos minutos -casi una hora- estaba molesto infinitamente con la castaña, debido a la pelea infantil que había tenido con aquella pelirroja, sin contar las otras decenas de peleas; no pudo evitar soltar una fuerte carcajada.

Ubicando sus manos en las caderas de la menor, y observando sus facciones, se cuestionó internamente qué bicho le había picado -porque, demonios, ni siquiera estando ebria, y recordaba bien cómo era ella alcoholizada, era así de... ¡así!

—¿Qué sucede?—, dijo entre risas, alzando una ceja, todavía bajo el cuerpo de la pecosa, sintiendo el césped hacerle cosquillas.

Pero es que Tobias no sabía sobre el Suero de la paz.

—¿A mi? Nada. ¿Y a ti? ¿Te sucede algo? ¿O por qué te ves tan bueno, desgraciado?

—Me gusta el aprecio agresivo, tuyo—, rió con más fuerza.

( . . . )

—¿Qué le sucede?

—Quisiera saber—, se encogió de hombros, casi intentando ignorar al pelirrojo que miraba cargado de duda a la pecosa...

Valentine se hallaba tirada en el suelo del establo, mirando hacia el techo del mismo -como si pudiese ver el cielo estrellado... a las dos de la tarde- y en sus manos sostenía una manzana roja.

Edd notó que ella estaba realmente embelesada con el techo, y que nada parecía ser suficientemente grande o importante como para hacerla girar su mirada -o, como mínimo, hacerla levantarse del suelo sucio.

Young, Broke & Infamous || Tobias Eaton (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora