Epílogo

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Una gran familia -finalmente- feliz

—¿Cuándo dijiste que era la Ceremonia de Elección?—, cuestionó algo distraída, ojeando algunos papeles que Matthew le había pedido revisar -era respecto a un suero nuevo, o algo así... tampoco leía con mucha atención.

—Mañana—, repitió por enésima vez, con cansancio—. Por la mañana.

—En realidad es luego de las Pruebas, así que casi al medio día—, estimó la segunda voz, corrigiendo a la primera.

—Ah—, asintió, despegando sus ojos por fin del papel—. ¿Reese irá con ustedes?

—Sí, dijo que nos veríamos en el Pozo antes de irnos—, asintió la segunda voz, con un dejo de entusiasmo—. Ya sabes cómo es...

—Ese niño tiene un serio problema de apego—, murmuró, como pensando en voz alta. Dos golpes en la puerta -ya sabía quién era—. Hablando de problemas de apego... Abran, por favor.

Obedeciendo, abrieron la puerta, revelando la figura del tío Uriah.

—¿Cómo están, demonios? Me refiero a los tres—, saludó el moreno caminando hacia su mejor amiga, quien seguía detrás del escritorio -todavía mirando aquellas hojas con aburrimiento.

—Nada nuevo—, suspiró. Como salida de su trance, sacudió la cabeza y se acomodó en la silla—. ¿Sabías que la Ceremonia de Elección es mañana?

—Claro, por qué razón no lo sabría. Es, literalmente, de lo único que se habla últimamente...- Momento. Pecas, ¿Acaso no sabías?

Atrapada.

—No. O sea, sí sabía, pero...-

—No, no sabía—, interrumpió la segunda voz.

—No le creas ni una palabra, no sabía—, siguió la primera.

—Y es por eso que no eres de Verdad, pecas. Divergente y todo lo que quieras, mentir se te da de la mierda—, rió Uriah, saltando sobre el escritorio y sentándose en él -completamente ajeno a la importancia de aquellos documentos.

—No. Soy Osadía porque si no mueves el culo te romperé el tabique. Tienes tres segundos, y ya voy en dos.

El moreno dio un salto, incorporándose de golpe.

—Estás de un particular mal humor hoy, eh—, refunfuñó, agachándose a la altura de su pecosa amiga. Acercó su índice al rostro de la menor, y presionó en su entrecejo—. Con tu humor me sorprende que a tu edad no tengas arrugas.

—Te estás ganando una paliza muy gratuita, primer aviso. No habrá un segundo.

Seh... un particular mal humor—, siguió el moreno, dando ahora dos pasos lejos del escritorio, murmurando y haciendo la mímica de quien hace cálculos mentales.

—Tío Uriah—, llamó la segunda voz, animada—. ¿Podrías dejar salir a Reese unos minutos antes? Es que acordamos encontrarnos en el Pozo, antes de salir hacia el tren.

El aludido fingió pensarlo unos segundos, entonces una sonrisa creció en su rostro, casi cómplice.

—No.

—¡¿Qué?! ¿Por qué no?

—Lo pensaré—, siguió el moreno. Pero tras escuchar siete minutos completos de quejas de las dos voces, alzó una mano pidiendo silencio—. Bien, lo dejaré. Pero con una condición.

—¿Cuál?

—Haremos lo que sea.

—Creo que hoy debe ser el cumpleaños de alguien. Si averiguan de quién y me traen un trozo de pastel de chocolate cada uno... entonces, puede que lo considere.

Young, Broke & Infamous || Tobias Eaton (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora