Dentro de uno de los clubes de Ivanov, estuve a punto de perderme. No supe cuánto alcohol fue el que ingerí en mi sistema, únicamente tenía en mi mente la imagen de Briseida llorando por culpa mía.
Sintiéndose miserable, dudosa de todo a su alrededor. Desconfiada y llena de ira.
—Tienes que controlarte.—me decía Lex tocando mi antebrazo.
La hice a un lado y me bebí de un trago el shot de tequila.
—Por favor. Tenemos que estar presentables frente a Ivanov. No puede dudar ni por un segundo que...
—Calla tu boca.—acarició mi mejilla y yo cerré mis ojos.
—Para, ya.—suplicó y noté que estaba preocupada por mí.—Te lo pido.
La observé por unos segundos, a la media luz de la noche, y sin tanto miedo, ella sería perfecta para cualquiera.
Resistí la tentación de besarla furioso. Solo dejé de mirarla y desvié mi vista hasta otro sitio, en donde ella no estuviera presente, en donde yo no fuera culpable.
—Aquí viene.
Volvimos a aparentar ser una pareja, no me podía concentrar bien en la farsa. Tenía tantas cosas en la cabeza.
Basura.
Me odiaba a mí mismo, y sentía el peor de los arrepentimientos, ansiaba acabar con este cruel tormento de una buena vez. Si tan solo pudiese escapar.
En ese instante...la vi.
La misma chiquilla que había rescatado del agua. Bailando en un tubo, siendo tocada por hombres cerdos y asquerosos, ella ocultando su rostro por un antifaz negro.
Demasiado bella para estar aquí. Demasiado joven e inocente. Pura. La clase de niña que irradiaba valentía y humildad. Una niña hermosamente maltratada por la vida.
Quedé encantado por cómo bailaba y evitaba mirar a nadie. ¿Por qué la tendrían a ella aquí? ¿También la habrían secuestrado?
De espaldas, podría jurar que miraba a mi Bri. No estaba seguro de seguir llamándola así. Era mía.
Y esa niña, con sus rizos despeinados y la piel blanca, podría hacerse llamar una princesa. Una reina que se paseaba por entre ese pueblo de perversos hombres, como una soberana.
Al verla así, me sentí horrible. Tenía que salvarla. Me alejé de todos.
—¿A dónde vas, Alex?
—Al baño.
Caminé rápido, la niña ya estaba fuera de su "acto", la busqué rápidamente en medio del gentío, esta pesadilla ya iba a concluir y tenía que rescatarla.
La encontré en la mesa donde estaban todas las chicas que danzaban, sentada y sobando sus pies. Aún traía su antifaz puesto.
Las chicas me miraron con asombro y después temblaron.
—Shhh. Tranquilas, no les haré nada. Necesito hablar con la niña del antifaz. La que pertenece a Cicero.
Dicha persona meneó su cabeza y miró a todos lados, nerviosa.
—Ven conmigo, no te haré daño. Jamás he lastimado a una mujer.— me reí de mí mismo. ¡Claro que lo había hecho! A tres mujeres, para ser más preciso.
—Déjeme en paz. ¿No se da cuenta que si me habla son capaces de matarlo? ¿Qué parte de que son rusos no entiende?
—Y yo soy mexicano, no me gusta obedecer órdenes. Y mucho menos de personas como Ivanov. Ven código ahora.
ESTÁS LEYENDO
El Favorito de Dios 4: La Eternidad de un Ángel Apasionado.
RomanceEl hilo del destino a veces es engañoso. Muchas veces nos conduce a dos almas que reflejan y completan la nuestra. Pero por ese mismo hilo, nosotros dañamos, herimos, causamos miseria a quienes más amamos. Ahora, Muzania se verá obligado a elegir nu...