Capítulo 24: Los Días Pasaron.

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Al abrir mis ojos, el sol me encandiló. Había sangre en el piso, y yo estaba completamente inmóvil.

Soñé con sus rizos y casi podía jurar que podía oler su perfume en el aire. Me levanté y pregunté por ella, no obtuve respuesta.

Quejoso fui directo a la ducha. Al verme en el espejo, no pude soportar mirar a ese hombre lleno de sangre y golpes, por lo que estrellé mi mano sobre el cristal varias veces.

El espejo se cayó a pedazos, mis manos se cubrieron de sangre y pequeños cristales se incrustaron en mi.

Me bañé y vestí. Conduje despacio hacia la editorial. Me detuve en la puerta, pero me decidí a entrar. Debía verla.

Reneé estaba ahí como siempre. Al verme se levantó de golpe. Ella estaba ahí, y seguramente había dado órdenes de que no me dejaran entrst a su oficina.

—Señor Clayton.

—Solo quiero verla, será un momento, por favor.—pasé a su lado y abrí la puerta.

—¡Espere!

—¿Bri?—me di contra un muro.

No había nadie. Ella no estaba. Pero aún la olía. Podía sentir su aroma por doquier.

—¿Dónde está? ¡¿Vino a trabajar?!

—Es lo que trataba de decirle, pidió unas vacaciones.

—¿A dónde?—la tomé de los brazos y la muchacha se sintió agredida.

—Me está lastimando, suélteme.—me alejé.—La señora Williams pidió vacaciones desde ayer por la tarde. Se fue. No dijo a dónde.

—No. No es cierto.

—Me da lo mismo si me cree o no. ¿Por qué mejor no se va a casa?

—No, yo tengo que encontrarla...

—No, señor. Déjela en paz. Ayer Briseida estaba muy mal, y obviamente fue por su culpa, así que déjela tranquila. Y ahora, váyase o llamaré a seguridad.

*****

Una hora después de haberle gritado al jefe de Briseida e incluso amenazarlo, salí de ahí con más dudas que respuestas.

No pude sacarle nada a su jefe.

Me subí a mi camioneta y cerré mis ojos un instante. Tembloroso, quise llamar a Vivian, pero recordé como la había tratado, y me sentí peor.

Conduje y conduje sin rumbo fijo y acabé por llegar a mi casa. Me encerré en ella, no salí ni comí, estaba cansado, así que me dispuse a dormirme.

Y así lo hice.

*****

El día que escuché un golpe en la puerta, me levanté.

Era Seth. Al abrir la puerta lo abracé, él ya estaba listo para recibirme.

—¿Qué tal todo?— me miró esperando respuestas.—¿Pero qué te han hecho? ¿Y ella?

Meneé mi cabeza, y lo volví a abrazar, me derrumbé y lloré de rabia. Seth estaba perplejo.

—¡La he perdido, Seth!

Gemi de dolor.

Seth no me soltó ni un momento, permitió que yo sacara todo lo que llevaba en mí.

Entonces, otro aroma se hizo presente.

Abrí mis ojos, y miré al Capitán, quien me juzgaba con la mirada y yo solo deseaba morirme por ello.

El Favorito de Dios 4: La Eternidad de un Ángel Apasionado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora