Desperté de golpe, respirando agitado y mirando a mi alrededor. Me encontraba en la mansión de Escocia. Suspiré. Estaba vivo.
Me sentía fuerte, no sabía cómo. Solo sentía la necesidad de verla. Ver a mi Briseida. Añoraba tocarla. Y así tenía que ser.
El cuarto olía a ella. Había estado aquí me levanté de la cama con rapidez, me tambalee un poquito, recuperé mi equilibrio y avancé por el pasillo.
Me encontraba tembloroso, temía que fuera un sueño y que yo si hubiese muerto. Solo el probar sus labios me mantendría con vida.
Entonces la miré. De espaldas a mi, apoyada en la pared. Sus rizos habían crecido, o quizás así estaban. Platicaba con Vivian, quien al verme levantado, se llevó ambas mano a la boca y sonrió.
Le señaló a Briseida mi silueta y ella volteó a verme. Le sonreí al mismo tiempo que lloraba. Y ella sin pensarselo corrió a mi lado.
La atrapé con fuerza y la estreché entre mis brazos. Uní nuestras bocas en un beso apasionado, húmedo. En medio de ese beso, ella sonrió encantada. La levanté del suelo y enrollé sus piernas a mi alrededor.
—¡Muz, tienes que descansar!—me regañó Vivian. Pero no la escuché. Necesitaba estar con mi mujer.
La llevé escaleras arriba, subiendo a tientas y besándola con desesperación, recargué su cuerpo en una pared mientras destrozaba su blusa y me complació ver que no traía sostén.
Hundí mi boca en esos preciosos pechos y continué avanzando, mientras ella me besaba con ferocidad el cuello y tiraba de mi cabello.
Cerré la puerta del cuarto de una patada y la bajé al suelo. Estaba temblorosa y yo también. Entre lágrimas volví a besarla, ella me correspondió llorando y después me quitó la camiseta.
Pasó sus maravillosas manos por mi espalda y después las deslizó en mi abdomen, deteniéndose en las marcas de navajazos, los cuales besó después.
Cada uno fue tocado por sus labios, y me produjo demasiado alivio.La presioné contra mi pecho y sentí su calor corporal, hundí mi nariz en sus rizos perfumados mientras la tenía abrazada. Ella no dejaba de respirar acelerada.
Me acarició el rostro con la punta de sus dedos, luego buscó mi boca con necesidad. La tomé entre mis brazos y nos dejé caer en la cama.
Me demoré todo lo que quise en besarle cada rincón de su cuerpo, en especial su espalda suave y blanca. Estrujé sus caderas, me aventuré entre sus piernas con mi boca, desviví mi tiempo en satisfacerla.
Ella me atraía hacia sí, y yo me resistía, pues no me era suficiente, necesitaba más en el lugar que estuviera besando o acariciando.
Su cintura fue levemente mordida por mi, sus labios me revivieron como nunca antes, me produjeron una satisfacción inimaginable.
Mi Diosa hermosa y poderosa, hizo lo que quiso conmigo, besó cada parte de mi cuerpo, se aferró a mi espalda al llegar al clímax, se apoderó de mi boca como nunca lo había hecho. Besó mis párpados, y marcó su territorio arañando mi espalda.
No supe cuánto duramos ahí, pero me pareció que el tiempo era eterno, maravilloso a su lado. Entre sus piernas, gozando de lo que siempre quise.
Ya luego tendría tiempo para algo más. Ahora nada me importaba, solo quería estar con mi esposa, disfrutarla, saborearla, escucharla gemir mi nombre, mirarla perder el control y dejarse ir incontables veces.
Nunca tendría suficiente de ello. Siempre querría más. Y más, y más.
Y no me fue suficiente el tiempo. Tampoco escucharla reírse o gritar, me volví un adicto a ello. Me urgía tenerla.
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El Favorito de Dios 4: La Eternidad de un Ángel Apasionado.
RomanceEl hilo del destino a veces es engañoso. Muchas veces nos conduce a dos almas que reflejan y completan la nuestra. Pero por ese mismo hilo, nosotros dañamos, herimos, causamos miseria a quienes más amamos. Ahora, Muzania se verá obligado a elegir nu...