Capítulo 8: "Descansa, Mi Amor."

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Briseida.

De repente me vi envuelta en juntas, citas con autores, manuscritos sin leer, firma de contratos, presentaciones.

No tuve tiempo ni siquiera para respirar. La pasé corriendo de un lado a otro por la editorial, con la laptop pegada al pecho, el proyector en mi mano y Reneé detrás de mí con la agenda.

—¡Michael Ferguson viene esta tarde! Dijo que tenía que hablar con el editor que rechazó su manuscrito.

—¡Cancela su cita! ¡No tendré tiempo de verlo!

Me topé con el señor Cruz, casi me voy de bruces, pero Reneé me sostuvo de la blusa.

—Mil perdones, voy a la sala de conferencias.—me disculpé por casi derramar su café.

—Tranquila, Williams, los ejecutivos aún no llegan.

—Es que tengo que prepararme y acomodar el café, las galletas y...

Me tocó suavemente el hombro y sonrió amable.

—¿Cuándo entenderás que ya no eres una asistente? Eres una editora. Así que relájate, toma un poco de agua y respira.

Hice lo que me pidió, tomé una bocanada de aire y la solté en un suspiro.

—Reneé, dile a Michael Ferguson que no puedo atenderlo hoy, agenda su cita para dentro de una semana.

—Pero tendrá bastante tiempo libre mañana...—le dediqué una mirada de advertencia.

—Reneé, este autor es el del thriller de política, el cuál he rechazado incontables veces y sigue enviándolo. No pienso atenderlo, es un obstinado que no se da cuenta que su novela es muy frigida, carente de gusto y con una narrativa mediocre.

Avancé unos cuantos pasos, entonces un fuerte dolor de cabeza se hizo presente. Oprimí mi frente.

—Le está dando una migraña. ¿Quiere una aspirina?

—Con cafeína, Reneé, por favor. Búscame en la sala de conferencias.

Caminé a un paso más normal, ahora agachando la cabeza, debido a la migraña. Rara vez me daban. Salvo cuando estaba muy presionada.

Aparecí en la sala, primero coloqué el proyector en medio de la mesa, mi laptop justo a mi lado. La asistente comenzó a acomodar las botellas de agua fresca, la fruta y galletas en una bandeja plateada con mantel blanco.

La cafetera se quedó prendida, junto con un grupo de doce tazas de porcelana y una extra, en caso de que alguien inesperado llegara, el azúcar, la leche y algunos especias ricas para endulzar el café, se encontraban acomodados al lado de la cafetera.

Mientras esperaba a que llegaran todos, mi migraña cesó un poco, solo para volver más potente.

—Apúrate, Reneé.

Solo tenía quince minutos para que mi dolor de cabeza se esfumara, calmarme, arreglar mi cabello desaliñado, y comer una cucharada de Nutella sin que nadie se diera cuenta.

Pero era retrasada por Reneé.

Me oprimí ambas sienes con los dedos, hasta que escuché el ruido de la puerta.

Reneé venía corriendo, llevaba en sus manos un vaso de agua, la pastilla, y una bolsa de papel, donde suponía que iba la Nutella.

Entró, cerró la puerta e hizo que las ventanas de vidrio se cubrieran con un polarizado blanco, que no permitía ver hacia adentro.

Me tomé la pastilla con el agua. Reneé me acomodaba el cuello de la camisa blanca que llevaba, hacía que las perlas resaltaran, me recogía la mitad de mi cabello en un moño y los rizos sueltos los acomodó con gracia, roció ligeramente perfume sobre mí y me dió un toque de rubor en ls mejillas.

El Favorito de Dios 4: La Eternidad de un Ángel Apasionado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora