Briseida
Cuando abrí mis ojos lo primero que busqué fue su calor. Y me desilusioné al no encontrarlo por ningún lado.
Me apoyé en mis codos y miré su lado de la cama, vacío. Helado. Así como él había estado conmigo.
Me derrumbé de nuevo en la cama. El nudo en mi garganta se hizo presente conforme avanzaba, casi quería matarme. Entonces sentí un papel suave recargado en la colcha, lo tomé desesperada.
Sus palabras me destrozaron. Y fue donde me convencí de que algo no estaba bien.
“Bri.
Tengo una misión repentina, el capitán me llamó anoche, pero estabas tan dormida que no escuchaste el teléfono.
Volveré en una semana. Y te prometo que ahora todo estará bien. Jamás te dejaré de nuevo. ¿De acuerdo?Te amo, mi Chica de Grecia. Más de lo que puedo expresar.”
¿Una misión repentina? ¿Demasiado dormida? Si yo siempre escuchaba cualquier ruido en la casa y me despertaba de mis sueños.
Solo sirvió para hacerme sentir peor.
No podía dejar las cosas así. Yo tenía qué saber todo lo que en realidad sucedió en Nueva York, aunque eso me destruyera. Y temía que fuera así.
Tragué saliva y me armé de valor.
Ese día falté al trabajo, no me sentía segura de poder concentrarme en él, así que me tomé un descanso. Inicié mi búsqueda en la casa.
Cualquier indicio de algo era suficiente. Husmeé entre su ropa, no sabía qué buscaba, pero mis impulsos me dominaban.
Arrojé su ropa al piso y una notita salió volando de una chaqueta. La misma que él llevaba puesto cuando se fue.
La tomé temblorosa.
—Hotel Plaza.— Fruncí mis cejas. Corrí a la cama y busqué mi celular, llamé al número del hotel y esperé.
—Hotel Plaza, buenos días.
—Buen día, quisiera saber si puede brindarme información sobre una reservación.
—¿Podría proporcionarme el número de la tarjeta?—habló la señorita y yo lo hice. Esperé un rato, cuando noté que debajo de la ropa de mi marido, había un maletín negro.
Jamás lo había visto. Mientras esperaba, me arrodillé y abrí el maletín. Papeles, fotografías de él y esa perra, argollas de matrimonio, notas, la historia de sus vidas falsas, un USB.
—La reservación fue a nombre de Alejandro Del Castillo. Se hospedó durante un mes con su esposa.
—Gra-gracias.
—Para servirle. Gracias por llamar al Hotel Plaza.
Tomé el USB entre mis manos y busqué mi computadora. Estaba cargado de fotografías, información de una magia rusa, y videos.
Puse uno de ellos. Estaban en una fiesta en una casa enorme, y mi marido comenzó a golpear a una persona. Después de iniciar otra pelea, subió corriendo unas escaleras.
Y de pronto escuché todo aquello. Y me mareé.
—Mi destino es Briseida.
—¿Ah si? ¿Y por qué lloras?
Me martiricé con sus voces. Esa mujer había declarado que amaba a mi marido. Cubrí mi rostro y seguí escuchando.
—Aléjate, Lex.
ESTÁS LEYENDO
El Favorito de Dios 4: La Eternidad de un Ángel Apasionado.
RomanceEl hilo del destino a veces es engañoso. Muchas veces nos conduce a dos almas que reflejan y completan la nuestra. Pero por ese mismo hilo, nosotros dañamos, herimos, causamos miseria a quienes más amamos. Ahora, Muzania se verá obligado a elegir nu...