Briseida
Entré en el café y de inmediato los ubiqué. Muzania me volteó a ver y abrió mucho sus ojos, entusiasmado y con una sonrisa gigante se paró a recibirme.
Me tomó de la mano y la besó con elegancia.
—Que hermosa estás.
Sonreí y miré hacia dónde ella estaba, nos miraba dolida y un poco triste, así que tomé a mi esposo por la nuca y lo besé con pasión. Sonreí en medio del beso y me dejé llevar, tomé su rostro entre mis manos, y él me abrazó más fuerte, pegándome a él.
Al separarnos, le mordí el labio con fuerza, Muzania se rió con dolor y fue cuando me di cuenta que estábamos jadeando.
Abrí mis ojos y noté que él seguía saboreándose el beso, desvié mi vista hasta nuestro publico, Lex no dejó de mirarnos, así que sonreí burlona.
Muzania me guió a la mesa donde estaban sentados, quedé frente a mi antiguo rival, ella llevaba un conjunto de dos piezas, pantalón de vestir negro, saco del mismo color, blusa aperlada y el cabello ondulado peinado hacia un lado. Llevaba sus ojos delineados y un labial de tono neutro.
Parecía que también me observaba, pues sus ojos se oscurecían más al ver la manos de Muzania y la mía entrelazadas. Eso me hizo pensar que no lo había olvidado. Y otra vez me sentí celosa.
—¿Qué quieres tomar, cielo?—me preguntó Muzania.
—Una taza de chocolate. Con crema batida.
Saunders también me miraba, pero lo gracioso era que él lo hacía con lujuria. Cada vez que lo miraba de vuelta, él apartaba la vista.
Nos trajeron las bebidas. Muzania un café con leche, Lex y Arnold tomaron café negro.
—Bueno, empiecen a hablar.
Lex agachó la cabeza, se rascaba mucho el dedo corazón de su mano izquierda. Y después me miraba como con algo de envidia.
—Mi esposa jamás ha tenido un tumor.
Levanté mi cabeza. Vaya, mis esperanzas de que muriera se habían desmoronado.
—¿Entonces por qué mentir sobre ello?—preguntó Muzania molesto.
—Es que...
—Ya lo debes de saber.—contestó Lex.—Te lo dije de muchas maneras. Con lágrimas en mis ojos, añoranzas y deseos. Con amor y obsesión te lo dije, Muzania. Te amo.
Sentí un puñal en el corazón. Oprimí la mano de Muzania y miré hacia otro lado, me limpié las lágrimas con la mano y apreté las quijadas.
—¡¿Cuántas veces hace falta que te lo repita?!—cerré los ojos ante el grito de mi esposo.
—Clayton.—murmuró Arnold.
—¡No! ¡Hasta el cansancio se lo dije siempre! ¡NO TE AMO, LEX! Y delante de mi esposa te lo digo, he tenido que soportar estos triángulos amorosos siempre a lo largo de todo mi vida. Pero siempre elijo a la que realmente me complementa, no algo forzado que no llevaría a ningún lado.
Miré a Lex mientras Muzania terminaba de destruir su corazón.
—Elijo a mi esposa. Ella es mi sangre, mi rosa. Yo soy su fuego. Tenemos hijos, una hermosa casa, somos felices a pesar de ti.
Arnold tomaba la mano de Lex, yo sentía que era suficiente el mal que le causaba a Lex. Tuve compasión por ella, pero Wendell era terca.
—Muzania, para.
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El Favorito de Dios 4: La Eternidad de un Ángel Apasionado.
RomansaEl hilo del destino a veces es engañoso. Muchas veces nos conduce a dos almas que reflejan y completan la nuestra. Pero por ese mismo hilo, nosotros dañamos, herimos, causamos miseria a quienes más amamos. Ahora, Muzania se verá obligado a elegir nu...