Maldita Vivian.
Me repetía ese pensamiento una y otra vez en mi cabeza. Me interrumpió en mi éxtasis. Y vaya que necesitaba esa calma.
Lex me había traído como idiota por toda la ciudad, de un lado a otro con bolsas en mis manos, y la paciencia por los suelos.
La había mandado a volar en la cena, no quería tener que soportarla otro rato. Además me dolía la espalda por dejarla dormir esos dos días en la cama.
Ya estaba cansado de dormir en el estúpido sillón. Y tener que aparentar algo que no era. Además de que no había superado ese beso que me dió mi compañera idiota.
Me la pasaba mirándola con fingido amor. Y cuando llevaba lentes de sol, torcía mis ojos hasta que me dolían.
¡Me tenía harto con solo dos días! ¡Ya no la soportaba!
Me tiré en la cama y abracé una almohada. Únicamente me quedé con el pantalón puesto.
Ya me urgía volver a dormir desnudo.
Escuché la puerta del cuarto abrirse, no pude evitar quejarme y suplicar misericordia.
Así que para evitar sus preguntas, se me ocurrió que lo mejor era fingirme dormido. Cerré mis ojos y logré que mi cuerpo no estuviera rígido para la gran farsa.
Sus tacones resonaron hasta la habitación y se detuvieron abruptamente.
—Vaya.—habló lo suficiente alto, como para incomodar a una persona dormida. Y caminó ruidosamente.
No me moví en absoluto.
—¿Dónde dejé mi pijama?—otra vez habló alto.—Oh, no.
Su tono estaba repleto de preocupación.
—Espero no despertarlo, no quiero que me mate por incomodarlo.
¿Matarla? ¿Pues qué quería?
De repente sentí que tiraban de algo que estaba debajo de mí, la prenda temblaba un poco debajo de mi cuerpo.
—Se va a despertar si tiro de ella muy fuerte. El encaje le va a raspar.
Se escuchaba verdaderamente preocupada, por lo que se me escapó una sonrisa. Pero no me moví ni un centímetro, y permanecí todavía con su pijama debajo de mí.
—Debí empacar el camisón. ¡Maldita sea!—casi gritó, así que yo me estiré un poco, y dejé caer la mano por el colchón hasta que quedó colgando.
Lex retrocedió dos pasos.
—Si lo despierto, se querrá ir al sillón, y...no estaría bien que yo durmiera otra vez en la gran cama.
Oírla murmurar me hacía gracia. En verdad tenía miedo de despertarme.
Escuché que se fue de la habitación, y casi salté de alegría, pero de repente la volví a escuchar acercarse, y fruncí un poco mis cejas, daría la impresión de que estaba soñando algo inquietante.La cual era mi reacción.
Sentí que se acostó en la cama y mi corazón latió a mil por hora. Una de las colchas blancas y suaves se deslizó sobre mi espalda.
Lex no se movió. Se quedó acostada junto a mi. Dejé que pasara un momento para estirar mi brazo y lograr buscarla, sin que se diera cuenta.
Solo sentía la fina tela de las sábanas.
Pero encontré lo que buscaba, Lex estaba retirada, pero igual demasiado cerca de mí, y todavía no lograba entender porqué se acostó a mi lado.—Tan tranquilo que te ves dormido. Y pensar que tienes un genio del demonio.
Volví a sonreír.
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El Favorito de Dios 4: La Eternidad de un Ángel Apasionado.
RomansaEl hilo del destino a veces es engañoso. Muchas veces nos conduce a dos almas que reflejan y completan la nuestra. Pero por ese mismo hilo, nosotros dañamos, herimos, causamos miseria a quienes más amamos. Ahora, Muzania se verá obligado a elegir nu...