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Hannah
– ¿A-Allice?
– Hola – asintió, algo nerviosa.

– Co... ¿cómo es posible? – pregunté, atónita. Cruzó por mi mente el pensamiento de que ya nada podría empeorar, pero preferí apartarlo de mi mente en ese instante, no fuera que...

– ¿no vives a kilómetros de aquí? – preguntó Jessica, bastante segura de su respuesta.

– sí... he venido en coche en cuanto me enteré de la noticia. Acabo de llegar. – sus ojos verdes reflejaban duda e inquietud.

– ¿en coche? – repitió mi amiga, pensativa. – ¿cómo sabías que estábamos aquí?

– Lo anunciaron en las noticias. Aunque de seros sinceras, no hubiese venido si no hubiese recibido este mensaje.

Se me erizó el pelo de la nuca cuando vi que Allice se acercaba a nosotras mientras sacaba su teléfono del bolsillo de su chaqueta de cuero marrón. Por supuesto que le había llegado un mensaje. Ella era la principal responsable de todo esto.

Allice estaba exactamente igual que como la recordaba, salvo por el pelo, que estaba algo más castaño, y el hecho de que había adelgazado un poco. Sus manos blanquecinas temblaban ligeramente mientras nos enseñaba el texto en el móvil, pero ella trataba de disimularlo lo máximo posible. Parecía querer transmitir el menor agitamiento posible.

Si no te alteras en este momento, ¿Cuándo coño vas a hacerlo? Pensé para mis adentros. Siempre tan... Allice.

"Toc, toc... ¿quién es?

No deberías abrir la puerta. A lo mejor te arrepientes."

El mensaje no me provocó escalofríos, como me imaginaba que pasaría, sino que, en vez de eso, sentí unas ganas inmensas de vomitar. Allice debió notármelo en la cara, porque le cambió el gesto, y no conseguí apreciar la reacción de Jess, porque se me emborronó la vista y lo único que quería era llegar al servicio cuanto antes.

Corrí por el pasillo del hospital tras abrir torpemente la puerta de la habitación donde nos encontrábamos, y no frené hasta que no encontré un acceso a los baños de mujeres, con un símbolo de un monigote con una falda de un tamaño colosal en la entrada. En una situación normal me hubiese parado a criticar eso, pero en aquel momento sólo podía concentrarme en aguantarme las ganas de vomitar por unos pocos segundos más.

Abrí abruptamente uno de los cubículos y, poco después de introducirme en él, las náuseas me ganaron y comencé a vomitar. Lágrimas se escapaban de mis ojos y veía todo aún más borroso, sin comentar que se me había taponado la nariz, por lo que la tarea de respirar tampoco se me estaba haciendo muy sencilla.

Pocos minutos más tarde (que se me hicieron una eternidad) tiré de la cisterna y salí del cubículo, para sentarme en el suelo apoyando mi espalda contra una de las paredes del baño. En ese momento pensé que ya no podría caer más bajo, aunque temía que lo que me estaba pasando no sería absolutamente nada comparado con lo que iba a pasar de entonces en adelante.

Mi mente daba vueltas a mil y una preguntas simultáneamente, mientras trataba de buscar una superficie fría donde apoyar mi cara que no fuese el suelo. Descansé mi rostro sobre la pared que tenía detrás de mí, y pensé que si entraba alguien probablemente se asustaría al verme en este estado. ¿cómo podía estar pasando todo esto? Habían transcurrido ya años desde el incidente con Jordan. Ni siquiera teníamos la culpa de lo que había pasado. Éramos unas crías. ¿qué se suponía que debíamos haber hecho?

Bueno, esa última pregunta sí podía responderla; avisar a la policía. Es tan evidente que me cuesta creer que, pese a todo, no lo hiciéramos.

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⏰ Última actualización: May 18, 2021 ⏰

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