¿CASTIGADOS?

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Hannah

—¿Hannah Brooks y Justin Parks? Les llaman del despacho del director. —Dijo una señora que había venido hasta la cafetería.

—Oh mierda —susurré.

—Genial —dijo Justin.

Fuimos hacia el despacho del director y nos hizo tomar asiento.

—No os preocupéis. No pasa nada —fue lo primero que dijo y me relajé un poco.

—¿Qué ocurre? —preguntó Justin.

—Marta se ha quejado de vosotros dos. Dijo que os echó de clase y cuando salió al baño no estábais.

—Vera... —Comencé a hablar.

—Como ya he dicho —dijo cortándome —No pasa nada. Es una tontería, pero id con cuidado ya que si algún profesor os ve haciendo algo inadecuado os expulsarán del instituto.

Oh, Dios mío. El director pensaba que yo... con Justin... Me puse colorada.

—No, señor, pero es que...

—Yo también he tenido vuestra edad y sé que las hormonas están algo... —Rió. —Revolucionadas, por decirlo de alguna manera.

—Lo que le queremos decir es que...

—Ah, ¡y usad precauciones! —dijo con un dedo en alto y después sonrió.

Miré a Justin y vi un atisbo de risa en sus labios.

—No se preocupe señor —dijo disimulando sus ganas de reír. —Soy muy responsable respecto a esas cosas.

Por el amor de Dios, esto no está pasando.

—Está bien. Ya podéis marcharos.

Justin asintió y se levanto de la silla y yo le imité.

Cuando salimos él comenzó a reír.

—¿Qué tiene de gracioso? ¡¿El director se piensa que nos acostamos y tú le sigues el rollo?! —Dije en bajito mientras andábamos por el pasillo hasta nuestra clase.

—Es gracioso —dijo riendo.

Justo en ese momento sonó el timbre de cambio de clase y entré a matemáticas a por mi bolsa.

—Adiós morena.

—Hasta luego, Justin.

Me despedí de él ya que me tocaba gimnasia con Laura y me fuí hacia el gym.

Me la encontré por el camino.

—¿Qué te ocurre, Lau? El viernes no viniste y no hemos sabido nada de tí. Y tampoco te ví en la fiesta.

—Ya, lo siento. Estuve con fiebre el viernes y el sábado... Llegué tarde a la fiesta y poco después estuve con un chico.

Me quede pasmada.

—¡¡Pero buenoooo!!

Sonrió como una boba.

—Fue muy divertido. Al principio estuvimos hablando en el salón y más tarde bailamos, pero no pasó nada. Me tuve que ir porque me llamó mi madre porque había tenido un problema, nada grave —Aclaró. —Y él me invitó a cenar. Creo que me gusta, Ann. —Dijo sonriente.

—¿A cenar? ¿Cuándo?

—Ayer. Me lo pasé tan bien. Me vino a recoger en coche a las seis y cenamos en un restaurante súper bonito y más tarde me trajo a casa y me besó antes de irse. —Suspiró feliz.

Sonreí por ella. Me alegraba verla así.

—¿Y quién es el afortunado?

—Se llama Dan. Daniel.

Y todo se fue a la puta

—Daniel.

—Si, Daniel, es lo que he dicho. ¿Es que lo conoces?

—Si, pero nada. Solo de oídas.

Me miró.

—Me alegro mucho por tí, Lau. —Dije para cerrar la conversación.

—Gracias amiga —dijo dándome un abrazo.

Llegamos al gimnasio y fuimos a cambiarnos. Entré en un vestidor y me puse mis mallas negras y una camiseta roja. Me hice una coleta alta y me calcé las deportivas.

—Lauraaaaaa mueve el culo y sal —grité cuando salí del vestidor y me miré en el espejo.

—Sí señora —dijo saliendo del suyo a la vez que movía el culo.

—Eres una payasa —dije riéndome.

El profesor mandó unos ejercicios aeróbicos por parejas y comenzamos a hacerlos. No me gustaba el aerobic, prefería ejercicios más intensos como correr o bailar.

Terminamos la clase y nos duchamos rápidamente. Cuando terminé, me vestí y vi que Laura ya estaba lista.

—Qué hambre tengo.

—Quien llegue la última es un pedo apestoso —gritó Lau.

Empecé a correr rápidamente hacia el comedor pero a medida que iba llegando me iba dando la risa poco a poco. Cuando llegué estaba riéndome como una foca loca. Laura me alcanzó y también estaba riendo.

—Eres una lenta.

—Y tú una loca. —Rió.

Entramos en el comedor y fuimos hacia nuestra mesa.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora