¡A la aventura!

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—Ya estás — giró la silla para que pudiese verme en el espejo, ya que antes de eso me había prohibido mirarme en el espejo para poder maquillarme cómoda. —¡Lista!


—Vaaaya —me miré asombrada —hoy te has lucido.


Me había maquillado perfectamente cada zona de la cara, con toques bonitos y sutiles pero no demasiado cargados. Estaba súper guapa, aunque quedase mal que eso saliese de mi propia boca. Me levante y me acerqué más al espejo para poder observarme mejor. Me había pintado las cejas y ahora se veían con más volumen, cosa que nunca había hecho.


—Adelante, que no te de cosa decir que estás guapísima —sonrió Jess y puso una mano que sostenía una de mis brochas para el maquillaje en su cintura.



—No parezco yo —me giré hacia ella con una sonrisa. —Eso puede ser tanto guay como deprimente —me reí.


—¿Quéeee? ¿Por qué? —dijo ella con exagerado tono de curiosidad.


—Tranquila, te lo explicaré. —Sonreí para mis adentros —Verás, el no parecer yo misma está guay ya que sigo conservando mi lado sexi —dije obvia —pero con un toque distinto. Lo que me lleva a pensar..., que a lo mejor no tengo lado sexi y me he dado cuenta de que lo tengo debido a que me has maquillado y al no parecer yo... Pues eso —pestañeé mucho vacilándola.

—No me digas —asintió lentamente un par de veces mientras me miraba a los ojos y después comenzó a reírse. —Anda que no eres estúpida.



—Ahora debo ir a hablar con Justin.


—¿Seguro que es lo que debes hacer? —levantó una ceja.



—Eh, bueno, —comencé a dudar —si... Yo pensaba que sería buena id...



—Porque yo creo que lo que deberías hacer es vestirte —me cortó.


Me miré, asentí y sonreí. Que estúpida soy.


—Ponte aquello —señaló la ropa que había en mi silla —lo he elegido mientras estabas en la ducha.


—Wow. Buena elección—le giñé el ojo.


—¿Qué te pensabas? —rió mientras se levantaba para retocarse el maquillaje.


Mientras ella lo hacía comencé a vestirme. Jess había elegido un top amarillo que me resaltaba el pecho y unos mom rotos. También un colgante y unos pendientes en forma de aro. Para los pies mis converse.


Cuando terminé de vestirme me miré al espejo.


—Guau —estaba alucinada —estoy impresionante —reí.


—¿Y tu abuela? —se levantó de la silla y me dio en el culo —venga, vámonos.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora