DESOLACIÓN

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Delante de la puerta, con el arma empuñada apuntándole entre ceja y ceja, estaba aquella chica exigiéndole una explicación.

—¿Qui-quién es ella? —Preguntó lentamente, como si estuviese drogada, mientras me señalaba con la cabeza levemente. Las ojeras negras de debajo de sus ojos solo conseguían empeorar su aspecto y su mano temblorosa amenazaba con apretar el gatillo de un momento a otro.



—Es una amiga. Suelta el arma, Madison —dijo Justin con voz suave.



¿Madison? ¿Acaso se conocían? ¿Que quería aquella chica? 


—Si es tu amiga por qué lle-lleva tu camiseta —susurró en voz baja, con una voz que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Estaba asustándome cada vez más. ¿Cómo sabía ella que la camiseta era de Justin?


Al escuchar aquello, Justin se giró para verme y abrió unos ojos como platos. Me imaginaba que no se esperaba que me hubiera levantado, y, por la forma en la que me miraba, creo que realmente hubiese deseado que no lo hubiera hecho. El corazón me iba a mil. Una lágrima rodó por mi mejilla. Aquella chica morena me estaba poniendo los pelos de punta.



—Mad —Mad, que irónico —Hablemos más detenidamente. Bajemos al café.


—N-no. —Respondió, insegura.

—Baja la pistola. —Ordenó él. —Ahora.


Entonces, poco a poco, ella comenzó a bajar el arma.  Podía escuchar la agitada respiración de Justin desde donde estaba yo, aunque para entonces no estaba muy segura de si era la suya o la mía.
No me explicaba nada de lo que estaba pasando. Eran demasiadas cosas para poder asimilarlas en tan poco tiempo. Había salido de fiesta y me había desmayado. Después Justin de repente había aparecido en mi vida de la noche a la mañana y me había despertado tumbada en su cama. Me contó un montón de cosas y nos besamos y ahora una tipa loca estaba plantada en su puerta con un arma exigiéndole explicaciones acerca de quién era yo.


El ruido del arma cayendo al suelo me hizo volver a la realidad. Me froté las lágrimas y vi como Justin se agachaba a recogerla y la guardaba en un cajón con llave que había en la entrada. Mientras, aquella mujer seguía plantada en la puerta, mirando fijamente los movimientos que hacía Justin, desolada.


En cierta parte me dió pena. Me preguntaba qué había sido lo que le había llevado a drogarse, a estar en tal mal estado, y a presentarse en casa de un chico con un arma en la mano. Pero en mi mente no dejaban de resonar mil preguntas que necesitaban ser respondidas. Necesitaba saber qué estaba pasando, pero no sabía si estaba lista para algo tan fuerte como parecía aquello.


Mientras tanto yo seguía ahí, de pie, en frente de ellos dos al final del pasillo, viendo como discurría aquella situación mientras trataba de frenar las lágrimas que caían por mis mejillas.
Quería hablar. Quería abrir la boca para preguntar que demonios estaba pasando. Pero mi cuerpo no respondía a mis deseos.


Entonces Justin cogió una camiseta y unas zapatillas y salió del piso junto a aquella chica.


Y me dejó ahí.


Sola.



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Dedico este capítulo a una lectora, user97271602, que me inspiró para escribirlo cuando no tenía ni idea de como seguirlo. Gracias.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora