Capítulo 20

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Mis ojos recorren el lugar de arriba a abajo, hasta toparme a Owen, que sonríe disimuladamente

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Mis ojos recorren el lugar de arriba a abajo, hasta toparme a Owen, que sonríe disimuladamente.

—¿Te gusta?— pregunta, señalando su alrededor.

Mi primer impulso es decirle que no, porque estoy rodeada de piezas de coches, desenganchadas unas de otras, recordándome al accidente de mamá, pero otro lado, me encanta. Solo por el simple hecho de que Owen se esté abriendo de esta forma conmigo ya me encanta. Puede que no sea acogedor, pero me transmite paz, aunque sienta que estoy viviendo riesgo al mismo tiempo.

¿Alguna vez has sentido que tienes miedo aún sabiendo que nada podrá pasarte? Es una sensación parecida.

Camino con lentitud, entrando al garaje, que es extraño porque está abierto por dos lados, y los dos portones que no cierran también están abiertos a cal y canto. Owen ha subido los portones, y aunque parece costoso, no ha necesitado ayuda en ningún momento. Yo he aprovechado las vistas mientras lo hacía. Hoy mi conciencia solo grita que aproveche las vistas, porque algo me dice que no podré tocar mucho.

Cuando ayer nos besamos y mis manos dibujaron su espalda, sentí algo raro y distinto en ella, algo que no sabría calificar porque solo fue un tacto fugaz. No parece que vayamos a volver a tener un roce así. Al menos, no por su parte.

Por eso quiero aprovechar esta noche para hablar con él. No de eso precisamente, pero si de mi madre, porque siento que es el momento perfecto. Es una forma de abrirme a él, justo ahora, en su taller.

Owen camina hacia mi, y una sonrisa dibuja su rostro.

—¿Estás contento de traerme aquí?— pregunto y mi voz se escucha juguetona.

Agarra mi mano y me mira a los ojos.

—Claro— responde—. Quiero ver si te va lo del mecánico sexy— bromea, tirando de mi mano y guiándome al otro portón.

Ese comentario me confunde. Está claro que quiero tener sexo con él, pero su reacción de anoche...

Lo atravesamos (el portón) y automáticamente veo de nuevo el cielo nocturno, lleno de estrellas. Mi cabeza se queda alzada un momento, antes de bajarla lentamente, topándome con los ojos miel del chico que me provoca cosquilleos en los dedos con su roce. Noto como se acerca a mi y nos junta por mi espalda, apoyando su barbilla en mi cabeza.

—El cielo aquí se ve precioso— susurra, y siento como se mueve su mentón en mi coronilla, haciendo que mis labios tiren hacia arriba—. Es una de las razones por las que me gusta este sitio.

Su mano busca la mía y sus dedos se abren paso por ella, acariciándome hasta entrelazarlos con los míos. Inclina su cabeza un poco más y baja sus labios hasta mi oreja.

»Desde el tejado se ve mejor.

Volteo mi rostro en su dirección, alarmada. Solo de escucharle hablar ha dado un vuelco al corazón.

El chico de las constelaciones en la espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora