Otro día libre nuevo, otra oportunidad para pensar en cómo malgastaré mi tiempo. Uf... hoy no hay bolsas de la compra que puedan entretenerme.
Ni vino.
Borra eso.
Aprieto la almohada contra mi cabeza. Me estoy aplastando contra el colchón y me falta resoplar de indignación. A estas alturas de mi vida esperaba otra cosa totalmente distinta a malgastar un día entero en mi hacer nada y esperar a que pase el tiempo para volver al trabajo. Cualquiera diría que estoy loca.
Me levanto dispuesta a darme una ducha y cuando me paso por la cómoda, al lado de la foto de mamá veo el papelito escrito en azul con números. Al final y después de las tonterías no lo tiré, pero tampoco me va a servir para nada. Supongo que cualquier interacción con Owen ya ha quedado zanjada. Ayer me trajo a casa un rato después de que le pidiese disculpas y la verdad, todo se volvió un poco raro después de eso.
Todavía me dan ganas de pegarme contra la pared cuando recuerdo que le conté que no estudio en la universidad. Tardé muchísimo tiempo en contárselo a Brittany, pero él, un desconocido, lo sabe y solo nos conocemos de hace una semana. No llega siquiera.
Se me han quitado las ganas de ducharme aunque seguramente lleve unas pintas de monstruo horrorosas, en realidad me da un poco igual, solo están Britt y Dylan en casa. Ya están acostumbrados.
—Buenos días, dormilona— me saluda mi amiga desde el sillón, con una taza en la mano.
Me froto un ojo y le sonrío. Ayer cuando llegué ellos ya estaban durmiendo, o al menos, eso espero que estuviesen haciendo, teniendo en cuenta que estuve andando por la casa de un lado a otro media hora...
Entro a la cocina y me encuentro con Dylan paseando de aquí para allá como un torbellino, agarrando cosas de los armarios.
—Hola enana, ¿ayer triunfaste?— me pregunta.
Frunzo el ceño. ¿Qué...? Ah, claro, Owen.
—Creíamos que no vendrías— añade levantando la cabeza en mi dirección con una sonrisa para demostrar que está de broma—. Pero volviste muy muy tarde.
Hago una mueca con la boca.
—Buenos días a ti también Dylan, ¿qué tal has dormido?— digo con ironía.
—No tan bien como tú, supongo—se le escapa una risa.
Abro uno de los armarios en busca de un tazón cuando veo que no está en su sitio. Me giro extrañada y dirijo mis ojos hacia Brittany, que está vestida con su camisola champán.
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El chico de las constelaciones en la espalda
Storie d'amoreJacqueline Clarke dejó la universidad el año pasado, y ahora su vida se ha vuelto un completo quebradero de cabeza: trabajar en la tienda; ayudar a Brittany con el embarazo y soportar a Dylan; y aprender a lidiar con el misterioso y guapo chico que...