Capítulo 21

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Me despierto justo con un golpe en la cara

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Me despierto justo con un golpe en la cara.

—¡Au!— me quejo, frotándome la mejilla y abriendo los ojos para encontrarme con Estelle completamente vestida... ¿para hacer deporte?

—¡Levántate ya, vaga!— me vuelve a pegar con la almohada y esta vez no pierdo el tiempo. Enrollo mi cuerpo a esta, para que no pueda pegarme de nuevo.

—¿Se puede saber qué te pasa? ¡Son las siete de la mañana!

La oigo bufar al tiempo que cierro los ojos.

—Eso no lo sabes, ni siquiera has mirado el reloj.

—Bueno, solo lo sé.

Me hace burla, arrancándome una risa que suena a un gemido extraño.

—Para con los ruidos pertubadores y vístete— me señala y la veo cuando abro solo un ojo—. Hoy vas a enseñarme la ciudad.

¿Enseñarla la ciudad? No creo que sea la persona más indicada para hacerlo, dado que no salgo mucho de casa.

Pero podríamos llamar a Owen a ver qué tal da él el tour...

No. No. Son las siete ese la mañana, hay que centrarse.

Agarro el teléfono de la mesilla y veo que tengo varios mensajes. Dos de papá, cuatro de Aileen, tres de Miles y uno de Owen, deseándome buenas noches después de que anoche hablásemos un rato por teléfono. Es un poco tonto, porque me dejó en casa y media hora después tuve que salir al descansillo para hablar con él y no despertar a nadie.

Sonrío como una tonta, y tal como él me deseó buenas noches, yo le deseo buenos días.

Y me vuelven a pegar en la cabeza con algo blandito.

—¡Ya tendrás tiempo de babear al teléfono más tarde! ¡Ahora vístete y vamos a caminar!— berrea Estelle a mi lado.

Dejo el teléfono en la mesilla y me revuelvo el pelo. Son las siete de la amañan y no me aparece nada andar.

Después del paseo, Estelle se mete a la ducha mientras yo preparo el desayuno.

Brittany se cuela a la cocina y me da un abrazo de buenos días. Hoy Dylan a salido a hacer no sé qué y la casa está un poco vacía y silenciosa. A excepción de los berridos de Estelle cantado en el baño a ritmo de música latina.

Me rio y le devuelvo el abrazo a Britt.

—¿Te hago el desayuno?— le pregunto.

Niega con la cabeza ya se muerde el labio inferior. Algo pasa. Tuerzo la cabeza hacia un lado y ese simple gesto le basta para agarrarme de la mano y arrastrarme hasta su cuarto.

No suelo entrar muy a menudo a la habitación de la parejita. Es más grande que la mía, y su cama está hecha coma la de los hoteles. Perfecta y hasta a con esos dos pliegues.

El chico de las constelaciones en la espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora