Capítulo 18

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—¿Papá?— pregunto—, ¿sigues ahí?

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—¿Papá?— pregunto—, ¿sigues ahí?

Se escuchan un par de ruidos raros y arrugo las cejas. Es bastante típico que cuando llame a papá, acaben pasando estas cosas. Se va un momento a buscar algo y pierde la cabeza.

—Si, cielo, solo estoy mirando, a ver dónde he metido la espátula...

Sonrío, recojo el plato y me lo llevo al lado de la nevera. Justo al fregadero, donde se pasará el resto de mi días, recordándome que debo limpiar y no tendré ganas nunca.

—¿Sigues cocinando?

—Sí. Es una buena forma de matar tiempo. Ya sabes que con el trabajo en casa...

Asiento, pero como hablamos por teléfono él no me ve. Soy rara hasta para esto. Miro la cocina un segundo. Mis ojos vuelan a la nevera y ahí lo veo. Brittany lo ha puesto de nuevo. Volviendo a los orígenes de la existencia.

El número de Owen, escrito en tinta azul, sujetado por imanes.

—En fin, te he llamado para aclarar un par de asuntos sobre la funeraria...— comienzo, sé que no le agrada hablar del tema, y por eso me encargo yo de todo lo relacionado con la muerte de mamá, pero su tumba es muy importante para mi padre, y a la hora de tomar decisiones me gusta contar con su opinión.

—Te escucho.

—Sí, vale, bien, esto...— retiro los ojos del número de teléfono y los dejo caer en la encimera—, ya sabes que hace poco fue el aniversario de su entierro...

—El año pasado.

—Sí. Pues quedaron algunos trámites pendientes sobre la continuidad del féretro. Cuando vuelva a casa necesito que firmes el papeleo, ¿vale?

—Perfecto.

—Genial. Por cierto, estoy pensando en llevar flores. ¿Cual crees que vendrían bien esta vez?

—¿Qué llevaste la última?

—Petunias.

—Lleva rosas. A tu ladre le encantaban.

Me retiro el pelo del rostro. Es verdad, a mamá le encantaban. Me muerdo el labio inferior y de repente me azotan las imágenes del funeral de mamá. Las coronas que llevaba la gente, las flores que dejaban sobre el féretro, las flores que colocaron en su tumba. La hecho de menos. Ella era tan buena. Recuerdo cuando la pedía que me leyera cientos antes de dormir, cuando me llenaba las mejillas de besos y como me enseñaba ha hacer cosas nuevas. Siempre decía que había que perder los miedos ha hacer cosas nuevas, a conocer gente. Decía que andábamos a grandes pasos y que si creíamos en nosotros, podríamos con todo lo que se nos viniese encima. Era mi ejemplo a seguir. Siempre se la veía fuerte contra cualquier situación. Era una guerrera, nunca se dejaba vencer.

Hasta que un día, pudieron con ella. Y cuando ella se fue, papá y yo dejamos de creer en nosotros mismos.

Lanzo un suspiro al aire y me despido de papá con tristeza. Este tipo de ocasiones me ponen triste.

El chico de las constelaciones en la espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora