Capítulo 7

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Me quedo sin palabras cuando nos detenemos frente a una gran puerta metálica con filigranas

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Me quedo sin palabras cuando nos detenemos frente a una gran puerta metálica con filigranas. Es de un color algo oxidado, pero imponente y se nota el bullicio de la gente que pasea alrededor. Detrás de la puerta queda una gran explanada de caminos bordeados por arbustos y flores. Es precioso.

Sin embargo, no puedo evitar aún estando tan fascinada preguntarme qué hacemos aquí.

—¿Qué hacemos en el parque? ¿Es otra parada? —digo girándome a mirar a Owen, quien más que observar el parque tiene la vista fija en el cielo.

Llamo su atención con el comentario y se vuelve hacia mi. Las comisuras de sus labios tiran un poco hacia arriba.

—Es nuestra parada— contesta haciendo énfasis en la palabra del medio. Extiende los brazos cuanto puede para englobar la entrada.

Y sonrío, porque me parece peculiar que después de pasear por algo tan urbano como es el centro de la ciudad me traiga por sorpresa al parque, donde todo es naturaleza.

—Vamos— dice con un movimiento de mano para invitarme a seguirle. Lo hago y entramos dentro.

A nuestros lados la gente pasea pero todo está mucho más vacío que cada lugar que hemos visitado antes. El suelo son caminos de tierra y a los lados hay un cerco bajito que contiene a las flores y arbustos. Es precioso.

A la sombra de la noche las flores parecen estallidos de color empañados por mantos oscuros.

Recorro con los ojos cada sitio del parque y me pregunto por qué no he venido antes aquí en todo el tiempo que he vivido en esta ciudad. No es mucho, la verdad, llevaré algo más de un año, pero es suficiente como para explorar sitios tan bonitos...

—¿Cómo he podido pasar de alto este lugar?—pregunto en voz alta.

Owen deja de mirar las flores y con los ojos sobre mi sonríe un poco.

—¿No has venido antes? Eso es delito viviendo en esta ciudad.

Alzo una ceja y remuevo mis manos en los bolsillos de la bomber. Me pregunto si debería decirle que no vivo aquí de toda la vida. Es una ciudad grande, la gente viene y va. Al final decido que no, no le conozco y no hace falta que le cuente este tipo de cosas, al fin y al cabo, lo estamos pasando bien, no es el momento para fastidiarlo todo con mi poco optimismo y mis problemas.

—Los delitos son lo mío— digo, y no me doy cuenta de lo mal que suena hasta que sale de mi boca. Abro los ojos ampliamente y escucho la risa de Owen mientras paseamos.

—¿En serio?— comenta entre risas—. ¿Qué clase de delitos cometes exactamente?

Muevo un poco la cabeza y el pelo me cubre un poco el rostro. El pelo largo podrá ser horroroso para secarlo, pero te alegras de tenerlo cuando te dan ataques de vergüenza como estos. Giro la cabeza hacia las flores del paseo aunque no me he sonrojado. Mi cuerpo es raro, no me sonrojo por este tipo de vergüenza.

El chico de las constelaciones en la espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora