Capítulo 27

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Después de que Dylan se marchara de casa, todo está mucho más vacío

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Después de que Dylan se marchara de casa, todo está mucho más vacío. Es raro. Él le daba alegría a este sitio, aunque me cueste admitirlo.

Y por no hablar del tremendo esfuerzo que estoy haciendo por arreglar la casa y cocinar, para seguro teniendo un hogar decente.

No me di cuenta de todo lo que hacía, y ahora que no está, se le hecha en falta.

Luego está Brittany. Los dos siguientes días llamó al trabajo y los pidió libres. Se encerró en su habitación y no salió nada más que para comer e ir al baño. Por mi parte, entré a consolarla alguna que otra vez, pero también la dejé la mayoría del tiempo a solas, para que pudiera reestructurar sus pensamientos. A veces es mejor estar a solas con uno mismo para pensar. También he hablado con Miles, para preguntarle si él sabía algo, y lo mejor de todo es la sorpresa que me llevé al enterarme de que, efectivamente, Dylan estaba viviendo con él. Ni siquiera sé cómo no se me habría ocurrido antes.

De todos modos, tampoco voy a contarle a Britt donde está, solo serviría para hacerla decaer más, y no quiero que eso pase. Se lo contaré cuando esté mejor, si es que no lo ha supuesto ya. También he hablado con él sobre Estelle, y copiando el apellido que desempeñaba Dylan en mi vida, le di a Ken en número de mi amiga, solo por si le apetecía hablarla. Veinte minutos más tarde, Estelle me llamó diciendo que Miles tenía su número, intentando camuflar la emoción en un intento malísimo.

Me siento orgullosa de mis dotes de celestina. Aprendí de los mejores.

Ahora, salgo del trabajo, aunque ya es de noche y hoy Britt tampoco ha aparecido. Estoy preocupada, lleva muchos días en su propio mundo, pero entiendo la situación. No debe ser fácil. Solo espero que no la rompa ni la haga perder su fe en el amor. Ni que esto repercuta de alguna manera en el bebé.

Me relamo los labios, ajustándome bien la mochila a la espalda. Camino hasta el aparcamiento porque no, no me iré andando, y sonrío cuando vuelvo a ver esa estampa que tanto deseaba y a la que podría acostumbrarme  a ver todos los días.

Un chico, apoyado en el capó de su Fiat punto azul, mirando el cielo estrellado, bajo las luces de la ciudad.

Owen.

Lleva viniendo a buscarme una semana entera. Todos los días de trabajo. Todas las noches. Una a una hemos hecho un plan u otro, y ha sido mágico. Me hace perder la noción del tiempo. Y me fascina, vaya si lo hace. Su afición por las estrellas, o sus parloteos de los coches, o sus silencios tiernos. Sus miradas devastadoras.

Sus besos arrolladores.

Una de las cosas ya estoy aprendiendo es que es muy tocón, en el sentido de que arroja sus manos a alguna parte de mi cuerpo siempre. A veces me toca la pierna despreocupadamente, otras entrelaza nuestras manos o simplemente juega con mi pelo. Pero son todo caricias mínimas. A la hora de dar besos directos es un poco más... reticente.

El chico de las constelaciones en la espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora