Observo con interés cómo la doctora unta el gel en el abdomen de mi amiga, que sigue con la mirada todos los movimientos de la experta. Si Britt se pudiese ver ahora, se pondría a reír. Le hecha una mirada de cordero degollado a la doctora cada dos por tres. Agarra mi mano suavemente, pero se la nota que está nerviosa.
Muevo nuestras manos y regreso mi vista al teléfono un segundo. Le he mandado un mensaje a Owen hace casi una hora, y no lo ha visto todavía. Supongo que estará trabajando.
—Jacqueline— susurra Britt.
—Dime.
—Nunca imaginé que estaría haciendo esto.
Frunzo las cejas.
—No quiero ser una mala amiga, pero que sepas que hacerte una ecografía no es lo peor de estar embarazada. Lo peor de estar embarazada debe de ser parir.
El enfermero que se encuentra a unos metros de nosotras sonríe, y tampoco pierdo de vista como se ríe mal disimuladamente la doctora. Britt se queja y deja de respirar un momento cuando la profesional nos dice que el gel ya está, y que procederá a ver cómo se encuentra el bebé en su primer mes. En lo que la doctora se mueve, le susurro en la oreja a mi amiga:
—Britt, tranquila. Esto no es nada del otro mundo.
Se muerde el labio y levanta sus ojos a los míos.
—Eso lo dices porque no llevas un bebé dentro.
Sonrío un poco.
—Bueno, eres tú la que ha hecho el bebé, Britt, no yo.
—Yo no pedí un bebé a domicilio.
Me alzo de hombros riéndome. Niego con la cabeza. Tengo que distraer a la castaña un poco, ahora está muy nerviosa. Cuando estábamos en la sala de espera me contó que este momento era crucial. Determinaría el estado de su bebé. Sería como darle el último toque de realidad a todo.
—Ya, pero Dylan y tú hicisteis un buen trabajo llevándolo a casa— alzo las cejas y se pone a reír, pero se corta cuando el aparato por fin toca su estómago. La doctora se aclara la garganta, interrumpiendo nuestra conversación.
—Como ya le he dicho antes, señorita— comenta dirigiéndose a Brittany—. Tiene casi dos meses de embarazo, así que en esta ecografía apenas se podrá percibir al bebé. Tan sólo comprobaremos que todo se encuentra en buen estado.
Mi amiga asiente.
»En apenas cinco semanas podrá regresar a ver a su pequeño— nos sonríe la doctora, mientras desliza el aparato.
Se pasa un rato más moviendo la máquina de un lado a otro sobre el abdomen de Britt, contado qué es cada lugar y comprobando que todo está en su sitio, que, por ahora, parece no haber incidentes, lo cual es muy buena señal. Brittany no pierde de vista en ningún momento la pantalla donde se muestra todo, e incluso su nerviosismo inicial desparece, transformándose en una sonrisa que deslumbra en su rostro.
ESTÁS LEYENDO
El chico de las constelaciones en la espalda
RomanceJacqueline Clarke dejó la universidad el año pasado, y ahora su vida se ha vuelto un completo quebradero de cabeza: trabajar en la tienda; ayudar a Brittany con el embarazo y soportar a Dylan; y aprender a lidiar con el misterioso y guapo chico que...