Capítulo 24

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Desde que bajo del autobús estoy nerviosa

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Desde que bajo del autobús estoy nerviosa. Me suele pasar cada vez que hago esto, por eso y por otras cosas he perdido la costumbre, y he de decir que eso de perder la costumbre es una grandísima mierda.

También me temblaron las manos cuando salí de la tienda. Las manos temblaban tanto que s eme callejón algunos pétalos.

Ahora estoy frente la entrada del cementerio, y no hay vuelta atrás. Ya no.

Camino entre las tumbas, por los senderos que no están ocupados y siento poco a poco como estoy inquieta.

Este lugar... tengo sentimientos encontrados con este sitio.

Por un lado, pude venir a hablar con mamá. Bueno, pienso contarle a la timba de mamá todo lo que siento. Al principio lo hacía, y supongo que me ayudó.

Ahora dudo siquiera haber superado su muerte.

Por otro lado, recuerdo ese momento. El segundo peor desde su muerte. Hace un año, cuando todo se vino abajo y lo dejé atrás.

Me colé en el cementerio de noche, con dos maletas de mano a cuestas y vine a llorar aquí, al lado de mamá.

Me paro frente a su tumba.

Aquí estoy de nuevo. 

La historia se repite.

Una y otra vez.

Recostados en la piedra hay varios ramos de flores. A los lados, ya caídos en el suelo quedan algunos en descomposición.

Me relamo los labios. Las más recientes son unas rosas rojas. Sé que se las ha traído papá, porque ya casi nadie viene a visitarla. Solo... solo la abuela, papá y algunos amigos de ella. Ni siquiera mantenemos la relación que teníamos con ellos antes de su muerte. Se perdió con el tiempo. Unos meses después de su fallecimiento, cuando papá se encerró en sí mismo y nadie quiso hacerse cargo de la niña huérfana de ocho años, que también lloraba su muerte todos los días.

Dejo con delicadeza las flores en la piedra. Son rosas blancas, porque a mamá le encantaban casi tanto como las rojas.

Aclaro mi garganta y entrelazo mis manos.

—Vuelvo a estar aquí— comienzo—. Lo siento. He tardado demasiado. En volver. Desde hace un año.

Ella está muerta. Desde hace once años casi. Pero cuando vengo aquí siento como si pudiera hablar con ella. Como si pudiese disfrutar de su compañía. Aunque ella ya no esté.

El chico de las constelaciones en la espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora