Capítulo 29

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Aileen habla sin parar sobre la maravillosa cena que tuvo anoche con su novio mientras relleno una de las estanterías de licorería

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Aileen habla sin parar sobre la maravillosa cena que tuvo anoche con su novio mientras relleno una de las estanterías de licorería.

Es irónico, esta escena se me hace repetitiva, aunque esta vez no ha aparecido ningún futuro astrónomo dejando la estantería vacía para que tengamos que reponer tan rápido como él la vació. Mi mente se pone a recordar el momento en el que Owen apareció aquí y me pidió esa cita, usando como excusa para hablar conmigo una botella de ¿sidra? No lo recuerdo tan bien, aquello no era lo que precisamente robase mi atención. La situación a cambiado completamente, de ser un chico que me daba escalofríos a que me espere a la salida del trabajo, en su flamante Fiat Punto azul, apoyado en el capó, siempre mirando las estrellas.

Poco a poco me va explicando más cosas de estas. Qué son, cómo se forman, cómo mueren, por qué se apagan... Creo que es su curiosidad por el cielo nocturno una de las cosas que más me llaman la atención de él. Aunque también es enigmático.

Hasta ahora no le he preguntado mucho acerca los temas que no quiere tocar, sobre todo después del pequeño incidente que nos tuvo enfadados hace unas semanas, pero la lista de incógnitas sigue ahí, esperando a que haya la suficiente confianza para resolverlas. No son muchas, si me paro a pensar, pero son grandes.

Algo pasa con ese tal Andrew. Sé que no quiso que me acercase a él, y tendría que ser por algún motivo, pero ese chico me apeteció interesante, algo así como carismático.

Su padre es otra incógnita. No habla mucho de él, parece que no le tenia mucho aprecio. Y jun a este problema está el taller. No sé cómo, pero hay algo que no me da buena espina.

Y su espalda.

Creo que es lo que más curiosidad me da. No sé si somos novios, apostaría a que no, pero durante este tiempo que hemos pasado juntos no he podido verle sin camiseta ni una sola vez. La gente podría pensar que soy yo, que estoy demasiado ansiosa porque eso pase, pero no es solo por el sexo. Eso ya no me importa casi. Es el simple recuerdo del tacto rugoso en su piel lo que me hace querer saber qué oculta. Pasa algo, si tanto se esmera en esconderlo.

Niego con la cabeza, agarrando otra botella para rellenar el estante, cuando escucho algo que me deja sin palabras completamente.

—Entonces se comió a su mascota.

Me giro automáticamente hacia Aileen, que me mira con una sonrisa enorme, y mi desconcierto pasa de nivel uno a nivel dos millones.

—¿Qué?— inquiero. ¿Pero de qué diantres estaría hablado para hacer semejante confesión?

Menea la cabeza de lado a lado y me da un toque con una lata de cerveza antes de colocarla.

—Sabía qué no me estabas atendiendo. Te he dicho que voy a pasarme por la perrera este finde, ¿te apetece venir?

Frunzo la cejas.

—¿A la perrera?— repito todavía sin entender de qué habla.

Con sus moñitos tan monos coronando su pelo castaño, me lanza otra sonrisa de anuncio dentífrico y añade:

El chico de las constelaciones en la espalda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora