No sé cómo, pero hemos vuelto de nuevo al parque. Es algo que, de alguna manera, es nuestro. Lo mejor de todo, sin duda es que tras aquel abrazo la última vez, aquel que me hizo pensar que Owen no querría verme otra vez, ha roto barreras entre nosotros.
Ahora, estamos sentados en la sombra de un árbol, a la luz de las estrellas, y nuestras miradas recorren el firmamento entre el silencio. Solo se escuchan los susurros de Owen, explicándome las maravillas del cielo. Mi cabeza descansa en su regazo, y él acaricia mi pelo despreocupado. Es un toque relajado, un leve juego que sigue el mismo patrón. Agarra un mechón, lo recorre con delicadeza y lo suelta al llegar a la punta.
Levanto mis ojos hacia él. Está apoyado en el tronco de un árbol. Sus ojos brillan, y por fin puedo distinguir qué es lo que dibujan las tintas de su cuello. Es una luna, en un vacío negro, y al lado, tan solo hay una estrella, poniendo un poco de luz. Es muy bonito, me dan ganas de recorrerlo con la mano.
Poco a poco, baja más el tono de su voz, hasta que para de hablar.
—¿Owen?— pregunto.
Deja de mirar al cielo, baja sus ojos hasta los míos, y alza mi cabeza, aún en su regazo. La intensidad de su mirada es espectacular. Me atrapa y me lleva a un lugar lejos de mi preocupaciones, donde solo soy yo, y no tengo que cuidar de nadie, y mucho menos de mi misma. Sus pestañas se ven delicadas. Un calor crece por todo mi cuerpo, haciendo que cosquillee, y que mis entrañas se revuelvan. ¿Es normal que Owen me afecte de esta manera?
—¿Alguna vez has sentido que todo es por tu culpa?— dice en un susurro.
Frunzo las cejas. ¿Me he perdido algo? Creía que hablábamos de las estrellas. Me incorporo con cuidado, desenredando sus manos de mi cabello. Me siento frente a él, y cuando volvemos a mirarnos no puedo evitarlo, ese cosquilleo me invade otra vez.
—¿A qué te refieres?— respondo.
—A que cuando algo pasa, sientes que es por tu culpa, porque de alguna forma, tú lo has provocado. Aunque sepas que no es verdad, que las cosas que han sucedido no las has hecho tú directamente, pero sigues teniendo esa espina clavada, y te preguntas si has sido tú indirectamente.
A medida que explica su pregunta, siento que está describiendo como me siento casi siempre. Es desconcertante escuchar como alguien que te conoce de hace tan poco, parece conectar contigo como si llevaseis años compartiendo secretos.
La culpa, es lo que siento cada vez que miro la situación de papá, cada vez que recuerdo cómo murió mamá, cada vez que veo como la gente sigue avanzando y yo me quedo atrás. Me pregunto si realmente es todo culpa mía que no podamos salir adelante y dejar atrás el pasado. No abandonarlo, pero si comprenderlo y aceptarlo.
Recordar la muerte de mamá es una de las cosas que más culpa me hacen sentir. Ese día, salimos en coche, no me acuerdo a qué, pero era algo para mí, porque yo lo pedí. Sé que la culpa no era mía. Yo no maté a mamá pidiendo que saliésemos, la mataron ellos cuando estábamos de camino, pero sigo sintiendo que es mi culpa.
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El chico de las constelaciones en la espalda
RomansaJacqueline Clarke dejó la universidad el año pasado, y ahora su vida se ha vuelto un completo quebradero de cabeza: trabajar en la tienda; ayudar a Brittany con el embarazo y soportar a Dylan; y aprender a lidiar con el misterioso y guapo chico que...