𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝖊𝖎𝖌𝖍𝖙

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L Pʀɪᴍᴇʀᴀ Nᴀᴠɪᴅᴀᴅ

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-¡Riddle!- exclamó una ronca voz

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-¡Riddle!- exclamó una ronca voz. Tanto Hermione como Tom se dieron la vuelta de sus respectivos sitios en el sofá de la sala con la chimenea. La dueña del lugar acababa de entrar llamando a Tom con insistencia, hasta que su mirada dio con él.

-Riddle, me gustaría hablar contigo en mi despacho- "pidió" la dueña con un tono duro. Se la notaba enfadada por algo, y no se podían imaginar qué.

Tom la envió una mala mirada, sopesando en si llevarla la contraria o no.

-¿Sobre qué?- preguntó al fin. La dueña también caviló acerca de responderle o no. Observó por unos momentos a Hermione antes de responder.

-Ha desaparecido unas pertenencias de Jonhy- dijo simplemente- Es Nochebuena y me gustaría aclarar esto cuanto antes.

Tom entrecerró los ojos.

-Estaré allí en cinco minutos.

Contenta por su respuesta la dueña se dio la vuelta y se marchó. Hermione le miró con la duda escrita en el rostro.

-Cada vez que algo desaparece y yo estoy en el orfanato suelo ser el principal sospechoso. No la culpo después de todo lo que hice en mi infancia- añadió mirando seriamente a Hermione. Quería ver su reacción ante verdades no tan plácidas como su confesión.

-¿Qué hiciste?

-Asustaba a los niños, era cruel con ellos y usaba mi magia para todo ello.

Hermione tragó saliva. Aquel era el lado de Tom que Harry veía, el que todo el mundo respetaba y por el que ella también se había apartado en un principio. Ahora no lo haría.

-Pero no has sido tú- dijo completamente convencida. ¿Cómo había podido ser él cuando había estado las veinticuatro horas del día a su lado? Finalmente una sonrisa se asomó en el rostro del mago.

-No tardaré en volver, ¿estarás en mi cuarto?

-Está bien- accedió sin querer ponerle tenso. No quería que la dueña sufriera más todavía.

La besó largo rato antes de despedirla. Hermione se sintió como nunca. Desde luego nadie la había querido tanto como para sentirse triste por abandonarla unos minutos, aunque Tom nunca lo admitiera.

Se dirigió feliz a su cuarto tomándose su tiempo. Ese día ya había respondido la carta de Harry y Ron, todavía un poco histéricos tras asentar la noticia. Había decidido guardar sus cartas para un día en el que necesitara risas. Eran tan exageradas que no había podido evitar reírse al leerlas con Tom, quien sólo se había limitado a alzar la ceja en un par de ocasiones.

𝐔𝐍𝐀 𝐒𝐎𝐋𝐀 𝐄𝐏𝐎𝐂𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora