Interludio: Melisa Santiago: segunda muerte

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El canto de un ruiseñor

Sábado 20 de septiembre de 2018

Como mencione con anterioridad, los secretos son la mercancía más sencilla de obtener. Bastaba una mirada para obtener un fragmento del alma de alguien más, bastaba una mirada para que el secreto se llevase una parte de tu alma. 

Melisa no era una especialmente sociable, tampoco es como si no tuviese amigos, pero no tantos como desearía, por eso solía merodear por las noches, porque, aunque ella no quisiera, su sueño se esfumaba al momento en que sentía la luz de la luna azotar su espalda. 

Ella quiso gritar. 

Ella quería ayudar. Juraba que sí. 

Aunque claudia no era de su total agrado (por cierto, percance que resulto en Melisa con hematomas en el cuello), no podía dejarla morir, aun así, lo hizo, era tan culpable como Lila. En su cabeza era igual de culpable por la muerte de Claudia que Lila, tenía que al menos intentar hablar con ella para que se entregara, Claudia la ataco después de todo, tal vez solo fue la ira del momento, por tratar de actuar en defensa propia. 

Para Santiago tenía lógica, Lila estaría arrepentida por lo que hizo, solo tenía miedo, solo necesitaba un empujoncito, por eso después de algunos meses en donde se sintió llena de incertidumbre y como si hubiesen cavado un agujero en su estómago, escarbando cada vez más profundo para que se sintiera vacía por dentro, ella fue a casa de los Smith, entrando con facilidad al decir que era una amiga de Lila, por alguna razón nadie pareció cuestionarla. 

—Melisa, que agradable sorpresa, ¿Hay algo que pueda hacer por ti? —Pregunto Lila con cortesía cuando Melisa entro a una de las habitaciones de la mansión, parecía ser una sala llena de estanterías repletos de tomos de enciclopedias. Cuando Santiago entro, Lila estaba de espaldas a ella, moviendo la cabeza a los lados, recorriendo los tomos y murmurando, apenas se volteo cuando escucho la puerta abrirse. 

—Lo del campamento...—Apenas tuvo tiempo de hablar cuando Lila la interrumpió, diciendo lo trágico que había sido, que era un terrible pesar para los familiares. Melisa trago en seco, no es lo que ella imaginaba como una persona arrepentida, más aún porque no tenía la suficiente importancia para Smith, no la suficiente como para voltearla a ver detrás de ella. — Lila, vi lo que hiciste, tienes que entregarte o le diré a todos lo que vi. 

Eso por supuesto se ganó la atención de Lila, quien finalmente se dignó a voltear para observar a Melisa por breves segundos, antes de pasar a su lado sin apuro, lo único que Melisa pudo escuchar fue un ''clic'' que significaba que ahora estaba encerrada. Las manos de Lila se deslizaron entre un tomo grueso, pero liviano por tener el fondo hueco, acariciando el mando de un cuchillo de plata. 

—Escuche que te gusta cantar, Mel, ¿Es eso cierto? —Pregunto Lila como si se tratase de una charla amena con una amiga cercana.  

Al practicar canto te dicen que cuides tus cuerdas vocales, principalmente porque se pueden dañar, o en casos específicos, ser cortadas por una mano fina con uñas pintadas de rojo que sostiene un cuchillo de plata. 

Noche estrellada; Así es como quiero morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora