Interludio: Claudia Meléndrez; Primera muerte.

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21 de junio de 2018

A quien sea que tu conciencia nombre culpable. 

Los sueños se escapan de nuestras manos, se deslizan entre charlas amenas y se vuelven obsoletos al pasar de los años. Nadie presta atención a los sueños mal contados, a los que carecen de chispa, los que no dan la satisfacción de tomar al mundo entre tus dedos y enterrarles las uñas hasta que quedasen incrustadas muy adentro. 

Los secretos por otro lado, no importa si son grandes o pequeños, la gente los busca como los buitres a los cadáveres, cada putrefacto y recóndito secreto, por más diminuto que sea, es foco de atención para la gente sin vida propia. 

No digo claudia no tuviese vida (aunque técnicamente la vida de Claudia ya no le pertenecía) pero ella era capaz de encontrar cualquier secreto y hacer que se retorciera en su lengua como un rumor lejano. 

  —No sabes una mierda, Melendrez —Le grito Lila a claudia, los ojos de Lila estaban rojos de tanto llorar y rogar que Claudia mantuviese la boca cerrada. 

—No, claro que entiendo, estas tan enamorada— Se burlo Claudia, mordiéndose los labios para evitar reírse, — ¿Sabes que sería divertido? Si le contamos a Danna sobre ese beso. — La castaña empezó a caminar lejos del alcance de Lila, dirigiéndose a la zona de cabañas. 

Lila solo podía sentir ira en este momento, jalo a Melendrez del cabello, cosa que provocó que la niña cayera de espaldas contra el piso, soltó un quejido por el dolor agudo que le recorría todo el cuerpo, pero no lo impidió levantarse y abalanzarse contra Lila, tirarla al piso, subirse sobre ella y estrangularla. Ver los ojos desesperados de Lila buscando aire llenaban a Claudia de una manera indescriptible, sentir las manos de la más baja arañando sus muñecas y sacudiéndose debajo de ella, luchando por sobrevivir siempre era la sensación más satisfactoria para Claudia, siempre tenían las mismas reacciones, pero nunca las mataba, porque después de soltarlas siempre corrían.  

Debió matar a Lila. 

No hubo tiempo de reaccionar porque en menos de un minuto su boca y su nariz estaban tapadas y sus brazos aplastados por las rodillas de Lila, no podía pelear, sus piernas no daban para más, no podían seguir pataleando, se sentía cada vez más débil. 

Lo último que Claudia sintió fue agua, cada partícula de su cuerpo estaba mojada, cubierta de agua helada y cristalina.  

Muchos dirían que Claudia aún tenía fuerzas para salir del lago cuando fue arrojada a este.

Otros pocos llorarían su muerte. No era una santa, pero en los funerales todos son hipócritas. 

No obstante, todos están de acuerdo que el torturador no siempre es el verdugo. 



Noche estrellada; Así es como quiero morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora