Introducción

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Bajó las escaleras saltando escalón por escalón con su osito de peluche favorito, Boo.

El omega interno del castaño saltaba y chillaba de alegría.

Ese día no tenia que ir al colegio, por mucho que le gustaba prefería mil veces hacer una pijamada con su rizado favorito.

Cada viernes, sin falta alguna, hacían una pijamada.

Era una tarde llena de juegos, comida, caricaturas y hasta charlas muy profundas respecto a como el pasto era verde y el cielo azul. En la noche el rizado le contaba historias de terror al más pequeño con el propósito de que este se asuste y así poder decirle que él siempre lo salvaría de cualquier monstruo mientras lo abrazaba, además de que Elizabeth y Sofia los dejaban comer algunas golosinas.

—Mami, ¿a qué hora viene Mailo? — preguntó aun adormilado entrando a la cocina.

—Buenos días para ti también— dijo riendo mientras dejaba el desayuno del castaño en la mesa.

—Buenos días, mami— sonrió mostrando sus hoyuelos en sus mejillas.

Miró con un brillo en sus ojos el desayuno sobre la mesa, pero era muy pequeño para subir solo.

—Mami— le llamó mostrando sus manitas, la omega inmediatamente se acercó a su hijo pasando sus manos por debajo de sus bracitos y dejándolo sobre la silla.

—¿A qué hora viene Mailo? — preguntó ansioso balanceando sus piecitos por debajo de la mesa.

—Luego del almuerzo— respondió amable con una sonrisa.

—¿Podemos almorzar ahora? — levantó su mirada al escuchar a su madre soltar una corta risa.

—Tenemos horarios, cielo.

—Pero yo quería ver a Mailo— murmuró.

—¿Dónde está Renata? — preguntó al entrar a su cuarto y no encontrarla.

—Salieron, cariño— el pequeño suspiró con un puchero.

Joaquín amaba a su hermana, aunque esta era mayor de todos modos tenían una buena relación.

La mayor, Renata con catorce y el pequeño Joaquín con siete.

—Ahora acompáñame a ordenar tu habitación— tomó la mano de su hijo —¿O quieres que Emilio vea tu habitación hecha un desastre y se vaya? — preguntó al ver el puchero en los labios ajenos.

Negó con su cabeza entrando a su cuarto.

Estuvieron un buen tiempo ordenando su cuarto. Elizabeth ordenaba la cama, aspiraba y guardaba las cosas tiradas, mientras que Joaquín acomodaba los cojines de su nido.

El nido se lo había hecho hace unos años, era su lugar seguro y aunque su madre insistiera en que en su nido solo debería entrar él, ella misma o su hermana, Joaquín insistía en dejar a Emilio entrar en cada pijamada, su nido ya estaba impregnado con el aroma del rizado y al castaño no le disgustaba.

Pasaron gran parte de la mañana ordenando para distraer al pequeño impaciente. Luego fueron al parque unos minutos y finalmente almorzaron.


(...)


Joaquín se encontraba con su frente apoyada contra la ventana con la vista en la calle, quería ser el primero en saludar al rizado.

—¡Mami llegó Mailo! — gritó al ver el auto estacionándose afuera de su casa.

—¿Puedo abrir la puerta? — preguntó impaciente, la omega asintió acercándose.

Sweet Love |Emiliaco|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora