Capitulo 12

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Ya era lamentablemente lunes y el rizado esperaba en la sala con una rosa azul a que Joaquín bajara.

Elizabeth miraba divertida los nervios del alfa como si fuera la primera vez que veía al menor.

—Listo— anunció el omega con una linda falda azul bajando las escaleras de dos en dos.

Emilio lo miró embobado hasta que finalmente reaccionó y se acercó al pequeño omega.

—Buenos días, omega— saludó con una sonrisa entregándole la rosa al castaño, quien rápidamente la tomo entre sus manitos y la dejo en un florero con agua junto a las otras tres.

Joaquín se puso de puntitas para besar la mejilla del alfa.

—Buen día, alfa— sonrió emocionado, amaba los nuevos apodos que se tenían.

—Te ves hermoso, bonito— besó la mejilla del menor, tenía sus mejillas coloradas.

—Gracias— murmuró.

—¿Dormiste bien, bonito? — preguntó posando sus manos en la cintura del omega ignorando la mirada de Elizabeth.

—No— hizo un puchero con su ceño fruncido.

—Bonito, ya expliqué que no puedo dormir aquí todos los días— sonrió cálido mientras acariciaba la marcada cintura del castaño.

—¡Marcos, cuida tus manos con mi hijo! — gritó la omega levantándose de la mesa para ir a la cocina.

—¡Si, señora! — respondió quitando las manos del cuerpecito de Joaquín.

El omega rio divertido y tomó la mano del mayor con una sonrisa.

—A clases— avisó jalando al rizado hacia la puerta.

—¡Adiós mami! — se despidió desde la puerta.

—Nos vemos, Eli— sonrió mirando como la omega les sonreía de vuelta.


(...)


Joaquín iba caminando por los pasillos con algunas lágrimas secas en su mejilla, las cuales rápidamente eran reemplazadas por otras nuevas.

Lo sacaron de la clase por haber chillado y golpeado a un compañero, el problema fue que él ni siquiera tenía la culpa. Uno de sus asquerosos compañeros alfas lo había tocado como no es debido, sin autorización del omega.

Se sentía sucio y enojado, el tonto de su profesor no lo había dejado explicar la situación excusándose con que ese no era un comportamiento adecuado para alguien ya mayor.

Sus lágrimas habían inundado nuevamente sus mejillas mientras que sus manos apretaban y estiraban la falda para que si hiciera más larga.

Quizás si fue su culpa por haber decidido usarla.

Una omega paso a su lado y al verlo en ese estado no dudo en acercarse.

—¿Estas bien? ¿quieres que llame a alguien? — preguntó frente al castaño.

Joaquín negó.

—¿Quieres hablar? — preguntó a lo que el omega asintió.

—Soy Joaquín— habló sin ánimo.

—María— sonrió con amabilidad la rubia.

Comenzaron a hablar por unos minutos y el castaño se comenzó a sentir en confianza, era una omega agradable.

—¿Quieres hablar de por qué estabas llorando, Joaquín? — preguntó con calma.

—Un sucio alfa. — comenzó a decir, pero un nudo se formó en su garganta.

—Tranquilo, creo que ya entendí, me ha pasado— suspiró con una sonrisa, sin ánimo.

—Pero está mal— murmuró.

—Todas las alfas son así— bufó con una mueca.

Joaquín no veía capaz a su rizado de hacer algo así, pero era un alfa de todas formas ¿no?

—¿Por qué no les hacen nada? — se quejó sorbiendo su nariz.

—Porque son... alfas— respondió simple.

Hablaron unos minutos más hasta que la omega se tuvo que ir.

Joaquín volvió a entrar en llanto al recordar lo sucedido.

Tomó su teléfono con sus manos temblorosas y marcó el número del rizado.

—Joaco, estoy en clases ¿todo bien? — preguntó al contestar y escuchar la respiración agitada del omega.

—Alfa— hipó.

—Lindo, respira ¿sí? haber cálmate... respira hondo y me explicas que sucedió— habló con calma sintiendo a su alfa rugir para que corriera a por el omega.

—Alfa, ven— sollozó.

—Voy, cariño— dijo antes de colgar la llamada con el corazón entre las manos.

Joaquín se quedó hecho bolita afuera de su clase para que Emilio lo encontrara más fácilmente, y así lo hizo.

—Alfa— lo llamó abriendo y cerrando sus manitos hechas puños para que lo alzara.

Emilio no dudo en hacerlo, el omega enredó sus piernitas en la cadera del rizado e inmediatamente el alfa pasó sus brazos por debajo de los muslos del menor para cargarlo con facilidad y que la falda no dejara nada al descubierto.

—¿Qué paso, bonito? — preguntó preocupado acercándose al patio de la escuela con el omega en brazos.

Joaquín solo se quedó en silencio soltando sollozos de vez en cuando contra el cuello del rizado pensando en que quizás el alfa ya no lo querría cortejar porque estaba sucio.

Emilio se comenzaba a desesperar por no saber que le había sucedido a su pequeño omega.

—Alfa— lo llamó una vez que el rizado se sentó en una banca con Joaquín en su regazo.

—¿Si, bonito?

—¿Me llevas a casa? — preguntó con un puchero sin despegar su rostro del cuello del alfa.

—Aún faltan dos clases, bonito.

—Quiero ir a casa— hipó.

—Está bien, vamos a casa— habló rendido levantándose sin soltar al omega puesto a que él tampoco tenía intenciones de soltar al rizado, se estaba aferrando a él, como si de su vida tratase.

Sweet Love |Emiliaco|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora