Nueve años después... (J: 16 / E: 17)
Corrió por los pasillos lo más rápido que sus cortas piernas le permitían.
No podía llegar nuevamente tarde a esa clase, ese profesor realmente lo comenzaba a odiar.
—¿A dónde vas con tanta prisa? — dijo una profunda voz mientras el aroma a canela se intensificaba.
El omega interno de Joaquín reconoció instantáneamente de quien se trataba.
—¡Emilio! — chilló sintiendo sus mejillas colorearse y las manos de su amigo pasar por su marcada cintura.
Intentó seguir avanzando, pero el rizado simplemente no lo soltaba.
—Intento no llegar tarde a mis clases, ¿me harías el favor de soltarme? — preguntó dándose la vuelta quedando cara a cara.
—Te acompaño— respondió aflojando su agarre y comenzando a caminar.
—¿Por qué estas de tan mal humor, precioso? — preguntó tomando la mochila del castaño.
Joaquín amaba los bonitos y tiernos apodos que normalmente el rizado le daba, aunque provocaban que sus mejillas se volvieran como dos tomates.
—Porque el profesor es un...— no le gustaba insultar, mucho menos a sus profesores, pero se necesitaba desquitar —. es un tonto— se quejó inflando sus mejillas.
—Eres adorable— comentó con una sonrisa mientras acomodaba sus suaves rizos.
—¿Qué traes en tu mochila? ¿ladrillos? ¿gatos o perros? — preguntó al darse cuenta que la mochila del más pequeño pesaba más de lo normal.
—Libros y cuadernos, esos que traen letras y lees, los usas para estudiar ¿los conoces? — habló divertido, Emilio solo rio negando.
—¿Y tus clases? — pregunto el más pequeño quitando su mochila del hombro del rizado.
—Voy tarde, pero quería asegurarme de que llegaras bien a las tuyas— respondió con una encantadora sonrisa, Joaquín lo rodeó en un abrazo inhalando el aroma del alfa y luego abrió la puerta, no sin antes tocar.
Al abrirla lo primero que vio fue la cara de pocos amigos que traía el profesor de historia.
—Tarde Bondoni— reprochó con su ceño fruncido.
Asintió, agachó su mirada y entró.
—Acabo de perder tres minutos de mi tiempo y usted ni siquiera se disculpó— habló con la mirada fija en el omega.
—Perdón por el atraso, profesor. — el castaño no podía estar mas rojo y avergonzado.
El alfa siguió dando su clase sin ningún animo alguno.
Luego de dos aburridas horas por fin había finalizado, y como siempre Emilio lo estaba esperando en la puerta.
Para su suerte esa era la última clase que tenían por el día.
—¿Cómo te fue, bonito? — preguntó el alfa pasando su brazo por los hombros del castaño para luego besar su cabello e inundarse en su aroma, vainilla mezclada con chocolate blanco.
—Supongo que bien— murmuró con la mirada en el piso.
—¿Por qué esa cara, pequeño? — habló preocupado parando su caminar.
Joaquín jugó con sus manitos intentando mirar al alfa.
El alfa interno de Emilio se comenzó a impacientar y unas repentinas ganas de golpear a quien sea que hay quitado la sonrisa del rostro del omega.
—¿Qué paso, bonito? ¿alguien te lastimo? — preguntó atrayendo al castaño hacia su pecho abrazándolo de forma protectora, odiaba cuando lastimaban a su pequeño.
El omega era muy sensible además de que tenia una personalidad muy dulce y ya prácticamente todos lo sabían, al igual que todos sabían que había un alfa rizado cuidándolo todo el tiempo.
—El profesor me trato feo— murmuró con un puchero contra el pecho de Emilio.
—Oh pequeño— acarició la espalda del castaño apoyando su barbilla en la cabeza de este.
El resto de alumnos pasaban a su lado, algunos ignorándolos, otros mirándolos con ternura y otros con ciertos celos.
—¿Quieres ir a casa y hacemos galletitas? — preguntó con una sonrisa, haciendo que sus ojos se vean como medias lunas.
Joaquín levantó la mirada viendo los ojos del alfa y como siempre no se contuvo, levantó sus manitos y empezó a tocar delicadamente sus ojos y pestañas, luego bajaba a sus mejillas, mientras pegaba su nariz a la de él, haciendo un beso esquimal.
—Quiero tus ojos, son tan lindos— habló con sus manitos aun en las mejillas del rizado.
—No te los puedo dar a ti, pero si a tus próximos cachorros— dijo sin quitar su sonrisa, el menor no pudo evitar sonrojarse.
Quedaron unos minutos más en su burbuja, intercambiando miradas y sonrisas.
—Vamos a casa— dejó un beso en la mejilla de Emilio y tomó su mano para jalarlo fuera de la escuela.
(...)
Durante el camino mantuvieron sus manos juntas, ninguno dijo nada al respecto porque, aunque fueran solo amigos era una costumbre que nunca perdieron.
—Listo, creo que bajé todos los ingredientes— habló el rizado mirando dentro de los muebles.
—Auch, tonto mueble— se quejó Joaquín sobando la parte trasera de su cabeza que anteriormente había golpeado con la parte de arriba del mueble.
—Ten cuidado, bonito, te lastimaras— dijo tomando al menor por la cintura y sentándolo sobre la encimera.
—¿A quién se le ocurrió que sería buena idea poner un mueble tan pequeño? — preguntó con su ceño fruncido.
—Joaco. Lo hicieron específicamente para ti porque no alcanzabas más arriba— dijo divertido con una sonrisa poniéndose entre las piernas del castaño.
—Pero yo ya crecí— se quejó con un pequeño puchero.
Emilio estaba demasiado tentado a besar es tierno puchero.
—Pero los muebles no crecen, y no lo van a cambiar— besó el cabello de Joaquín.
—Ahora a hacer galletas— habló con una sonrisa.
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Si hay algún error me dicen
Nos leemos luego. :3
Que tengan una lindo día. :)
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Sweet Love |Emiliaco|
FanfictionJoaquín un tierno y dulce omega. Emilio un alfa protector y cariñoso pero tan solo con su pequeño omega. Se conocen de toda la vida... y es algo obvio lo que pasaría después. Un simple amor dulce. . . . . . Todos los derechos/créditos de la historia...