Epílogo

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Diez años después... (J: 26 / E: 27)


Emilio se encontraba feliz, cómo siempre desde que se enteró del estado de su omega.

Iba en su auto de vuelta a casa luego de una larga reunión. Al llegar inmediatamente bajó del auto y caminó hacia la puerta para abrirla.

—¡Bonito, llegue! — habló riendo al escuchar como rápidamente una puerta se cerraba y luego alguien bajando por las escaleras.

Joaquín bajó lo más rápido que pudo con su pancita de siete meses de embarazo en donde crecía; Atenea Bondoni Marcos

—¡Alfa! — gritó corriendo hacia los brazos del mayor, el cual tenía una cara de espanto al ver a su omega correr como si nada.

—Amor, cuidado ¿sí? — habló con calma sosteniendo el rostro del menor entre sus manos dejando un dulce beso en sus labios.

El castaño asintió para luego abrazar al rizado con un puchero al notar que no podía abrazarlo bien gracias a su vientre hinchado.

Emilio acercó su boca hacia entremedio de la clavícula y el cuello del menor en donde se encontraba el lazo de unión para dejar un pequeño y húmedo beso allí.

—¿Cómo estuvo tu día, bonito? — preguntó mientras se dirigían al gran sofá.

—Aburrido, tu no estabas y Niko está ocupado con los papeles de adopción— formó un puchero mientras se sentaba sobre el regazo de su alfa.

El rubio amigo de Joaquín junto a su alfa había decidido adoptar a un cachorro o cachorra hace algunos meses y aún seguían con el papeleo.

Se sentó de lado apoyando su espalda en el brazo del mayor mientras que su mejilla la apoyaba en el hombro del rizado.

Emilio colocó su mano sobre la pancita de su omega con una sonrisa, sintiendo los movimientos de su pequeña cachorra.

—Te extrañamos...— murmuró dejando un beso en el cuello del mayor.

—¿Extrañaste a papi, cachorra? — preguntó levantando la camiseta de su omega para apreciar mejor cada movimiento.

—También los extrañe mucho— se estiró para besar la mejilla de su omega con cariño.

—Alfa— lo llamó con una sonrisa al sentir las caricias del mayor sobre su vientre.

El rizado tan solo asintió dándole la palabra porque estaba demasiado concentrado en los movimientos de su activa cachorra mezclado con el dulce aroma que su omega ahora desprendía.

—¿Me acompañas a salir a caminar más tarde? — preguntó mordiendo su labio inferior con nerviosismo —...pero si estas muy cansado no importa, puedo salir solito o vamos otro día.

El alfa sonrió enternecido y sostuvo con su mano libre el rostro del menor.

—Te acompaño, no hay problema, omega— besó los labios de su pequeño repetidas veces provocando que las mejillas del menor se sonrojaran.

—Es qué es aburrido estar solo en casa todo el día...— murmuró con un puchero con su mirada sobre su vientre.

El castaño había estudiado psicología y de hecho ya había comenzado a trabajar, pero con la noticia de una cachorra en camino, prefirió dejarlo por unos meses.

Se la pasaba en casa haciendo cualquier cosa con tal de que el día pasara más rápido.

—Oh, bonito... perdóname, pero sabes que no puedo dejar mi trabajo, amor— habló acariciando su nariz contra la mejilla del ojiazul.

—Lo sé, pero extraño a mi alfa y Nea también extraña a su papi— murmuró con un puchero.

El rizado suspiró sin saber exactamente que decir o hacer. Emilio intentaba pasar la mayor parte del tiempo con su pequeña familia, pero el castaño y su pequeña pedían más atención y más tiempo.

—Podría pedir unos días libres para pasarlos contigo y la cachorra ¿quieres eso, bonito? — los ojitos del menor se iluminaron y asintió tímido.


(...)


Joaquín amaba que su alfa mimara su vientre, en las noches cuando al castaño el sueño lo comenzaba a vencer, el rizado siempre se acercaba al vientre del menor y lo acariciaba, besaba, contaba historias, le hablaba de su día y de cuan ansioso estaba por tenerla en sus brazos.

—Creo que ya hablamos mucho, cariño. Seguramente tienes sueño— murmuró con sus labios pegados al vientre de su omega.

—Buenas noches, cachorra. No hagas que papi despierte de mal humor, es por el bien de él ¿sí? — rio y dejó un último beso sobre la piel desnuda para luego taparlo con las sábanas.

Se acomodó al lado de su omega cubriendo con su mano el vientre, siendo el rizado la cuchara grande.

Pasaron los minutos y el castaño abrió sus ojitos comprobando que su alfa seguía durmiendo.

Se separó lentamente del mayor pero cada que se movía el rizado también lo hacía aferrándose al pequeño cuerpo.

Bufó porque quería levantarse a buscar galletas.

—No te levantes, amor— pidió sin abrir sus ojos, ni mucho menos soltarlo.

—Pero la cachorra quiere galletas y yo igual— murmuró estirando su brazo para encender la lámpara.

Emilio rio y paso su mano por debajo de la camiseta del omega acariciando su pancita.

—Hay en el cajón de la mesita de noche, las puse para que no te levantaras durante la noche...— habló adormilado sin quitar su mano de allí.

El castaño asintió, estiró su mano hacia el pequeño cajón y sonrió al notar los distintos paquetes de golosinas y frituras.

Joaquín se acomodó en la cama para no manchar las sábanas con migajas, su alfa inmediatamente siguió los movimientos para finalmente poner su cabeza sobre el pecho del menor así que el castaño utilizó sus rizos como mesa.

—Voy a quedar lleno de migajas, bonito— murmuró al escuchar el paquete siendo abierto.

—Tú te pusiste allí.

Emilio rodó sus ojos con una sonrisa y se dispuso a volver a dormir unos minutos hasta que su omega terminara de comer.

El castaño comió con calma sus galletas quitando algunas migajas que caían sobre los rizos de su alfa.

Al terminar las dejó el paquete vacío sobre la mesita miro al alfa que también lo miraba embobado con una sonrisa.

—¿Cómo te ves tan adorable haciendo algo tan simple? — preguntó el alfa acercándose a besar los labios de su omega.

Al separarse ambos se miraron con sus ojos brillando.

Joaquín pensando en que como había conseguido a un alfa tan perfecto y dulce.

Emilio pensando en lo afortunado que era por formar una familia con ese hermoso omega.














Faltan 3 extras y terminamos esta historia:3

Sweet Love |Emiliaco|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora