Capitulo 11

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Joaquín desprendía felicidad a todas horas.

Habían pasado dos días desde el comienzo de su cortejo y habían sido los mejores dos días de su vida.

El rizado no había cambiado del todo su conducta puesto a que siempre fue muy atento y dulce con el castaño.

—Mailo— lo llamó al ver su mirada perdida en algún punto de la habitación con una sonrisa.

—¿Si, Joaco? — dirigió su mirada hacia el lindo omega que estaba en su regazo.

—¿En qué piensas? — preguntó curioso posando sus manitos en las mejillas del mayor.

El alfa titubeó unos segundos.

—En que soy el alfa más afortunado de todos— sonrió con sus ojos fijos en los del omega.

Joaquín se sonrojó y sonrió embobado al recibir un pequeño beso en la punta de su naricita de botón.

—¿Tú crees? — preguntó con sus ojitos brillando.

El alfa se enterneció por su pregunta y posó sus manos en la cadera del menor.

—Lo afirmo— murmuró cerca de los labios del castaño.

—¿Quién no querría estar con esta preciosura? — preguntó dramatizando su voz aun con las manitos del menor sobre sus mejillas.

Joaquín rio con una sonrisa en sus labios provocando que alrededor de sus ojitos se formaran unas arruguitas muy adorables.

El rizado se contagió de la alegría del castaño, quien había dejado un beso en su mejilla

Su pequeña burbuja se rompió gracias a que Canela paso entremedio de ambos.

—Milagro, despertó— dijo Emilio rodando los ojos al ver al animal interrumpiéndolos, como ya era costumbre.

La gatita era de lo más dormilona, de todos modos, era normal tenía solamente dos meses. Se la pasaba durmiendo y escondida la mayoría del tiempo.

Aunque para mala suerte de Emilio, Canela solo se despertaba a pedir comida o maullar cuando estaba teniendo algún momento con Joaquín, hasta parecía que lo hacía apropósito.

—Quizás tiene hambre, iré por su comida— avisó levantándose del regazo del alfa.

Joaquín salió de la habitación y el rizado miró al gato que se había vuelto a dormir.

—¿En serio? — habló frustrado al ver al animal dormir tan plácidamente una vez que cumplió su misión.

—¿No podías despertar en otro momento? — preguntó con su ceño fruncido.

Luego de unos minutos volvió el castaño con una sonrisa y el plato con la comida de Canela.

—Hola Canela, ¿tienes hambrecita? claro que sí, tienes mucha hambrecita— dijo con voz infantil al ver al gatito comer frente a él.

Emilio solo miraba divertido como el tono de voz de Joaquín cambiaba cuando hablaba con su mascota.

(...)

—Joaco, no creo que sea buena idea que comas helado a esta hora— habló estirando su mano hacia el pote de helado que anteriormente el menor estaba comiendo.

—Pero quiero helado— formó un puchero en dirección al rizado.

Emilio se contenía para no besar ese lindo puchero, aún no quería besar al castaño. Era realmente cursi, pero él quería esperar para un momento más especial

—Y yo no quiero que mi dulce criatura se enferme— dejó un beso en el cabello del omega y se levantó de la cama para dejar el helado nuevamente en el refrigerador.

Luego de unos minutos había vuelto a la habitación, se demoró un poco gracias a que Elizabeth estaba en la casa y se detuvo a hablar con ella.

Al entrar a la habitación el omega estaba hecho bolita en la cama.

—¿Qué paso, bonito? — preguntó preocupado sentándose a su lado luego de cerrar la puerta.

—Me duele mi pancita— lloriqueó con un puchero.

—Joaco, te dije que te harían mal tantas cosas dulces al mismo tiempo— habló acariciando la mejilla del omega.

—Ven aquí, precioso— palmeó su regazo para que el castaño apoyara su cabeza allí, inmediatamente gateó hacia el alfa.

Emilio pasó su mano por debajo de la camiseta del menor y sobó su pancita desnuda, hinchada gracias a la comida que había ingerido.

—¿Te molesta mucho? — preguntó con calma sin dejar de acariciar la pancita del omega.

El castaño asintió con sus ojitos cerrados con fuerza, pero gracias a la calidez de las caricias del rizado, el dolor iba disminuyendo.

Emilio se tomó la libertad de acariciar la pancita levemente hinchada del omega e imaginar cómo se vería Joaquín con su pancita hinchada con cachorros en vez de comida.

Se quedaron unos minutos así; con Emilio fantaseando y el castaño relajándose ante las caricias del alfa.

—¿Ya te sientes mejor, bonito? — preguntó sin detener sus movimientos.

Joaquín asintió con sus ojitos aun cerrados.

—Aww, mi lindo omega— murmuró sin darse cuenta del apodo.

El castaño abrió sus ojos con sorpresa y una sonrisa mirando al rizado.

—Ouh, yo... perdón, perdón— habló rápidamente el alfa.

—Repítelo— pidió con una sonrisa boba mirando al rizado.

—¿Perdón, perdón? — repitió confundido.

—Lo otro, bobo.

—¿Mi lindo omega? — preguntó acariciando la pancita desnuda del omega, quien asintió feliz.

Emilio sonrió devuelta y dejo un beso en la frente del castaño.

—Mi lindo omega.

Sweet Love |Emiliaco|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora