Capitulo 2

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—¿Emilio? — preguntó con voz alta hecho una bolita en un rincón dentro de su nido.

El omega interno del castaño buscaba desesperadamente al alfa de Emilio.

El aroma de Joaquín mezclado con una tristeza y miedo inundaba la habitación.

Tenían la costumbre de que el rizado contara historias de terror en cuanto anocheciera.

Ya eran las once de la noche y el alfa había desaparecido de la nada en medio de la oscuridad justamente después de terminar su historia, Joaquín estaba a punto de llorar.

—¡E-emilio! — lo llamó con sus ojos cristalizados y la voz entre cortada.

El rizado sintió rápidamente la tristeza de Joaquín, su alfa comenzó a gruñir exigiendo que corriera a ver al omega.

En cosa de segundos el rizado entro corriendo a la habitación apretando el interruptor para prender la luz, al ver a su pequeño amigo a punto de llorar se acercó con el recipiente de dulces que traía de la cocina.

—Bonito, ¿Qué paso? — preguntó sentándose al lado del omega para luego ponerlo sobre su regazo.

—T-te fuiste— hipó contra el pecho de Emilio inundándose con su aroma que tanto lo tranquilizaba.

—Fui por dulces, bonito— explicó sobando la espalda del castaño.

Su llanto cesó, pero ahora se podía ver perfectamente su ceño tiernamente fruncido, lo había abandonado en medio de la oscuridad y sin avisar.

—¡Un monstruo me pudo haber llevado! y tu ni enterado porque estabas ocupado buscando bobos dulces— se quejó inflando sus mejillas.

—Tienes razón, fue mi error— dijo apretando sus labios para no reír con su reacción.

Aunque Joaquín tratara de parecer enojado era muy adorable.

—Cualquier malvado monstruo se pudo haber llevado a mi dulce niño— habló pellizcando las mejillas del menor.

No pudo evitar sonrojarse, amaba los apodos que el alfa le daba.

—¿Me das los dulces? —preguntó tímido el castaño.

Inmediatamente Emilio le entrego el recipiente, ni siquiera había traído los dulces para él, si no para el omega.

El rizado amaba consentir y mimar al menor. Siempre le dejaba claro lo mucho que lo amaba y al omega le encantaba que se lo repitiera.

—Creo que son suficientes dulces para ti, no quiero que no duermas porque Eli me matara— el menor formo un adorable puchero.

Emilio realmente lo quería besar, pero no lo haría, simplemente paso su dedo pulgar por el labio inferior del omega.

—Pero aun es temprano, Mailo— se quejó levantándose del regazo del rizado.

—A esta hora los bebés deberían estar durmiendo— se levantó y rozo su nariz con la mejilla del castaño con ternura.

Joaquín se sonrojó y se dirigió a su cama, mientras Emilio caminaba a apagar la luz para luego imitar la acción del omega.

—Buenas noches, Mailo— murmuró entre un bostezo.

—Buenas noches, bonito— se dio la vuelta para intentar dormir.

Pasaron unos minutos y Emilio ya estaba a punto de dormir cuando una dulce voz lo despertó.

—Mailo— habló bajito golpeando suavemente el brazo del alfa.

El rizado gruño dándose ala vuelta quedando frente al castaño.

—¿Qué sucede, bonito? — preguntó con voz adormilada y aun sin abrir sus ojos.

Joaquín al oír lo somnoliento que se escuchaba negó.

—Nada, sigue durmiendo— respondió acariciándole los rizos.

—Ya estoy despierto. ¿Qué paso, cariño? — preguntó ahora más despierto.

—Es que no puedo dormir— murmuró sintiendo sus mejillas arder, agradeció que las luces estuvieran apagadas.

—Precioso, ven aquí— habló atrayendo el pequeño cuerpo del castaño hacia el suyo.

El menor sonrió sintiendo el brazo del rizado parar por su espalda luego apoyar su mejilla en el pecho del alfa, se sentía seguro.

—Boom... boom... boom. — comenzó a tararear ganándose una sutil risa del rizado.

—¿Qué haces, bonito? — preguntó con una boba sonrisa en sus labios al sentir el bracito de Joaquín pasar sobre su estómago.

—Es el ritmo de los latidos de tu corazón— aclaró avergonzado.

—Es imposible no amarte— murmuró para besar el cabello del castaño.

Joaquín se acurrucó mas hacia el rizado y comenzó a cerrar sus ojitos.

El omega interno de Joaquín ronroneaba ante cualquier caricia que le brindara el rizado.

—Te amo de aquí a la luna a pasitos de tortuga y mucho más— habló besando la frente del castaño.

El omega se durmió con los mimos que el alfa le brindaba y sintiéndose la persona más amada del mundo.


(...)


El rizado comenzó a abrir sus ojos al sentir la luz del sol impactar directamente a sus ojos, él no había dejado la cortina abierta.

—Arriba par de flojos— habló Elizabet abriendo cada cortina y ventana para que se levantaran.

—Vas a despertar a Joaco— se quejó el de ojos chocolate sintiendo como el menor se removía entre sus brazos.

—Ese es el punto, ¡los quiero a ambos abajo antes de que me vaya! — dijo la omega antes de salir de la habitación.

Joaquín se removió para finalmente abrazar más al rizado.

—¿Mailo?— Preguntó adormilado sin abrir sus ojitos.

—Duerme, bonito— dijo con voz ronca mañanera sobando la espalda del castaño con calma.

—Mi mamá nos va a regañar— habló restregando sus manitos hechos puños.

Emilio asintió soltando una breve risa.

—Eres demasiado adorable— besó la frente del castaño y se sentó en la cama.

—¿Cómo amaneció el sol? — preguntó mirando a Joaquín.

Se asomó por la ventana y volvió a su lugar.

—Brillando demasiado— nuevamente talló sus ojitos.

—Hablo de ti, bonito— aclaró riendo, el omega inmediatamente se sonrojó.

—Bien... bien... ¿y tú, Mailo? — preguntó levantándose de la cama.

—Muy bien— murmuró mirando cada acción del castaño.

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Me dicen si hay algún error.

Nos leemos luego. :)

Sweet Love |Emiliaco|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora