Capítulo 13

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Como todos viernes Joaquín debería estar feliz porque el rizado se quedaría a dormir, pero era todo lo contrario, el omega no estaba feliz.

Había comenzado a ir a la escuela con pantalones, cosa que claramente el alfa había notado, pero no dijo nada al respecto.

Luego de esa escena el lunes, el castaño se distanció un poco físicamente del rizado.

—¿Joaco y mi abrazo? — pidió con voz infantil y un puchero el alfa entrando a la habitación.

El castaño tardó un poco en reaccionar y se acercó a abrazar al mayor, un abrazo demasiado corto.

Emilio hizo una mueca.

Realmente el alfa no sabía que pasaba y se comenzaba a impacientar, quería tener a Joaquín entre sus brazos, como siempre.

Se sentía mal, no sabía que pasaba. Había recapitulado los días anteriores mínimo unas ocho veces para ver si había hecho algo mal y disculparse, pero no encontraba nada.

—Bonito, me estas matando— murmuró triste sentándose en la cama a una distancia prudente.

—Intento averiguar que pasa, pero no lo sé.

—¿Quieres terminar con el cortejo? — preguntó el rizado con un nudo en la garganta.

Joaquín se quedó callado.

—Está bien, lo entiendo. Creí que lo estaba haciendo bien porque te veías feliz o eso pensé— habló mirando los ojitos del omega.

—Perdón si te incomodé con algo que hice— mordió su labio inferior para que sus ojos no se cristalizaran.

—Emi...— iba a hablar antes de ser interrumpido por el alfa.

—Pero podemos ser amigos ¿cierto? No me quiero alejar de ti, Joaco— dijo tirándose de forma brusca contra el colchón.

—Emilio.

—Solo dime que hice, por favor— suplicó con un puchero mirando el techo.

—Mailo.

—Está bien, si quieres no digas nada— en la mente del rizado pasaban miles de pensamientos de cuanto lo debe odiar el omega.

—¡Emilio! — chilló el omega con su ceño fruncido.

—¿Que, bonito?

—¿Nunca harías algo si yo no quiero, cierto? — preguntó jugando con sus manitos sobre su regazo.

Emilio se sentó nuevamente quedando frente al omega y lo miró confundido.

—Claro que no. Nunca haría algo si tu no quieres, Joaco— le dio una sonrisa cálida.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo, bonito— afirmó soltando un pequeño suspiro.

—¿Si te cuento algo prometes no enojarte conmigo y dejar el cortejo? — preguntó con un puchero.

—¿Por qué me enojaría contigo, bonito? — preguntó confundido tomando la mano del omega con cuidado.

Todo lo sucedido paso por la mente del castaño y sus ojitos se llenaron de lágrimas al pensar que Emilio podría dejar su cortejo.

—Porque estoy sucio— sollozó intentando limpiar las pequeñas lagrimas con sus manitos.

—¿Por qué piensas eso, cariño? — preguntó queriendo acercarse y abrazarlo.

—Porque— hipó —. un sucio alfa manoseo mi trasero y... — sus lágrimas se hicieron más notables —... se supone que yo no debería dejar que eso pase.

—No es tu culpa, amor...— habló con una sonrisa al ver al omega acercarse a él.

—Pero...

—Nada de, pero— dijo poniendo su dedo sobre los labios del castaño para que no siguiera hablando.

—Perdón— murmuró acomodándose en el regazo del alfa.

—No pidas perdón, Joaco. No es tu culpa que sea un sucio enfermo— acarició la espalda del menor con cariño.

—¿Por qué no se cura entonces, Mailo? — preguntó apoyando su mejilla en el pecho del alfa disfrutando estar entre sus brazos, firmes y seguros.

—Porque para su idiotez no hay cura, amor— dijo simple besando el cabello del omega.

Había extrañado demasiado tener al castaño en sus brazos.

Joaquín asintió y se inundó en el aroma del alfa.

—Mailo— murmuró con sus ojitos cerrados.

—¿Si, mi lindo omega?

—Cuándo vayamos a la escuela el lunes... ¿podrías marcarme con tu aroma? — preguntó tímido.

El rizado sonrió a lo grande haciendo que sus ojos se hicieran pequeños.

—Sería un honor hacerle saber a todos esos alfas hambrientos que este lindo omega ya está siendo cortejado— habló sonriente acariciando la espalda del menor.

—¿Entonces si me seguirás cortejando? — preguntó con ilusión.

—Solo si quieres.

—Si quiero, alfa— respondió levantando su rostro para besar la mejilla del mayor.

Se quedaron un tiempo así, solo disfrutando la compañía y seguridad que el otro le brindaba.

—Amor— habló despacito.

—¿Mmhm? — dijo con sus ojitos cerrados pero sus mejillas ardiendo por el anterior apodo.

—¿Cómo se llama? — preguntó no siendo más directo porque era obvio de quien estaba hablando.

—No sé su nombre... era algo como Ed...

—¿Eduardo? — preguntó, el omega asintió un tanto inseguro.

—Si es de pelo café, si— respondió con una mueca de tan solo recordarlo.

Emilio asintió sabiendo lo que haría próximamente.

—Joaco, cuando no supe que te sucedía me asuste mucho creí...— suspiró —creí que quizás te habías cansado de mi— murmuró triste.

El rizado realmente ya no le importaba mostrarse indefenso frente a Joaquín.

—Nunca me cansaría de ti— abrazó al mayor con una sonrisa.

—¿No más secretos? — preguntó besando la mejilla del castaño.

—No más secretos— afirmó mirando los ojos color miel que tanto le gustaban.












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Sweet Love |Emiliaco|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora