Capitulo 16

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Faltaba una semana para que su cortejo cumpliera un mes. Eso tenía nervioso al rizado y muy ansioso al castaño.

Emilio se la pasaba llevando al menor a varios lugares, siempre era uno distinto a la vez anterior.

Habían decidido cocinar galletas porque al castaño se le habían antojado unas galletas caseras y el rizado claramente lo iba a consentir

—Tú me ayudaras a limpiar este desastre— habló el omega con sus manos en la cintura mientras observaba el desastre que se había formado con la harina, aunque afortunadamente las galletas ya estaban en el horno.

—Yo cocino, tu limpias. Somos un equipo— dijo acercándose hacia el castaño con una sonrisa.

El omega al ver las intenciones del alfa iba a correr, pero unos brazos lo atraparon antes.

—¡Estas lleno de harina! — se quejó removiéndose entre los brazos del rizado.

—Harina que tú me tiraste— se excusó el mayor besando el cabello del omega para luego soltarlo.

El castaño ya estaba lleno de harina así no le importaba, se sentó sobre la isla de la cocina y estiró sus manitos para atraer al rizado hacia él.

—Beso— pidió el menor estirando sus labios mientras que sus manitos hechas puños arrugaban la camiseta del alfa.

—Estoy lleno de harina, bonito.

—No importa. Beso— pidió nuevamente.

El rizado rio al ver lo impaciente que estaba el omega y en cosa de segundos sus labios nuevamente estaban unidos.

—Buen alfa— habló riendo al ver al rizado rodar los ojos con una sonrisa.

Mientras esperaban a que las galletas se hornearan, decidieron ponerse a ordenar.

Joaquín levantaba las cosas llevándolas hacia el lavaplatos o en la encimera para que el rizado las guardara, el alfa por otro lado se puso a barrer la harina del suelo y luego de terminar comenzó a lavar la loza.


(...)


Se pusieron a ver una película porque el día no estaba tan bonito para salir como les gustaría.

El menor estaba entre las piernas del alfa, con su cabeza y espalda apoyada en el pecho del mayor, comiendo galletas mientras que una suave manta los cubría.

Emilio tenía sus manos acariciando la pancita desnuda del castaño, había descubierto que al omega le encantaba tener la sensación de calidez en su vientre.

—Lindo, ¿por qué pides ver películas si te quedas dormido? — preguntó divertido al ver los ojitos del menor cerrándose lentamente.

—No me quedo dormido— gruñó con sus ojitos ya cerrados.

—Te estas durmiendo, ¿la apago y duermes? — preguntó a lo que el omega negó.

—Estoy escuchando la película— afirmó.

Pasaron unos minutos y el omega se dio media vuelta para abrazar el torso del alfa mientras que apoyaba su mejilla en el pecho del mayor.

—¿Ya quieres dormir? — habló con una sonrisa boba al ver lo adorable que se veía el omega.

Joaquín no respondió dando a entender que estaba dormido.

Paso su mano por el cabello lacio del menor, haciendo peinados chistosos y luego peinándolo hacia abajo, así estuvo durante algunos minutos.

—Eres un bebé dormilón— hizo su voz más aguda de lo normal.

Siempre que el rizado iba a dormir algo lo interrumpía y esa vez fue Canela.

En lugar de maullar o rasguñar al alfa, se hizo bolita bajo el brazo del mayor.

—Tal vez no eres tan mala...— murmuró con una sonrisa mientras acariciaba al animal.

La gatita ronroneó y finalmente se durmió, quizás al rizado ya le molestaba un poquito menos.


(...)


Al despertar lo primero que hizo el omega fue aferrarse al rizado.

Estaba durmiendo prácticamente sobre el pecho del alfa y ninguno de los dos se quejaba por eso.

Acercó su naricita hacia el cuello del mayor y se embriagó en el aroma.

Emilio se removió un poco para llevar sus manos hacia la espalda del castaño y de paso subir la manta, pero en lugar de eso logro despertar a Canela.

El animal despertó asustado, levantándose rápidamente por el brusco movimiento.

—Mierda, Canela— habló frustrado al notar que la gatita había enterrado sus garritas en su brazo.

—No seas grosero con Canela, alfa— regañó aun adormilado y sin abrir sus ojitos.

—Buen día, omega— saludó con una sonrisa sentándose en la cama con la espalda apoyada en el respaldo.

El castaño rápidamente siguió al alfa para volver a estar en esa cómoda posición.

—Buenos días— murmuró entre un bostezo.

El rizado sonrió observando lo adormilado que se encontraba el omega.

Lo sujetó por la cintura y lo levantó para que se sentara en su regazo, ignorando su problema mañanero dentro de sus pantalones.

Las mejillas del menor rápidamente se colorearon al sentir algo duro bajo su trasero, pero de todos modos no dijo nada y se acercó a besar al alfa.

—¿Dormiste bien? — preguntó el mayor rozando su nariz con la del omega.

—Como bebé— respondió entre risas.

—Eres un bebé— murmuró atrayéndolo hacia su pecho con una sonrisa.

Sweet Love |Emiliaco|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora