37.5 ya es fiebre

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Después de la charla con Julia mi mente se activó, no era justo para mi misma ser tan egoísta. Es cierto que se fue sin despedirse pero no tenía ninguna razón para no escribirle, es más pensándolo bien si estaba mal y había salido llorando habrá sido por algo. Así que debía no creerme el ombligo del mundo e ir a por ella. Después de tantos días no iba a escribirle, me importaba más que para escribirle un simple mensaje. Uní cabos y se me encendió la bombilla al salir a la calle y saber que no tenía rumbo alguno. Cogí mi móvil y tecleé el número de la Mari que para algo me lo sabía de memoria.

- ¿Si? ¿Pasa algo Albi? Es raro que me llames en hora de trabajo...

- Ya lo se, Mari, pero luego te lo explico -se hizo un silencio cómodo, dónde ninguna de las dos sabía qué decir- Dime dónde vive Ici, por fa plis.

- Y cómo hago yo eso...

- Yo que sé, pregúntale a Afri que es su jefa, seguro tiene sus datos, en su contrato, yo que se Mari, tú eres muy lista.

- Albi, eso no es justo, es violar su intimidad...

- Venga, Mari, joder que es importante para mi -se hizo un silencio y a través del móvil se podía escuchar como el movimiento de papeles. Esa era mi chica valiente, macarra, ojalá esté haciendo lo que estoy pensando-.

- Ya tienes la dire en tu Whats, me debes una piojo.

- Te quiero Mari.

- No me hagas la pelota, sigo trabajando, luego me cuentas - dijo con una voz más pausada y marcando las sílabas finales-.

Rápidamente después de colgar copié la ubicación en el mapas y anduve hasta su casa, bueno más bien corrí, no quería que llegara la hora de salir de casa para ir a cantar y no encontrarme a nadie en su casa... Llegué al portal y me di cuenta de que tanto correr para nada, María no me había dicho el piso que era, así que me esperé a probar suerte en el portal hasta que ella misma saliera para ir a cantar a La Posada.

Llevaba como una hora esperando, el sudor se me había secado y me estaba muriendo de frio. Por suerte tenía un cigarro suelto en el bolsillo del chaquetón de la fiesta del otro día. Me atrevería a decir que era de la mujer alta a la que estaba esperando. Puede que se lo robara sin querer el otro día. Además a estas alturas ya las manos ni me las sentía podría fumar tranquila que mis extremidades más preciadas ya las había perdido. Mientras me fumaba el cigarro habían salido como cinco personas y mi yo interior era incapaz de apagarlo con los nerviosa que llevaba encima. Con la suerte que siempre me caracterizaba en los siguientes 40 minutos no salió nadie, así que resignada me apoyé e la pared, saqué el móvil y me puse a practicar lo que le iba a decir a la morena cuando la tuviese delante. A cada minuto que pasaba todo me empezaba a temblar, el sudor seco en mi camiseta parecía hielo, y poco a poco notaba como el frío recorría mi cuerpo ganándole la batalla. La suerte sería que mañana no levantara con los mocos colgando. Y de repente una voz aterciopelada me sorprendió por la espalda.

- ¿Qué haces aquí? - dijo con voz de asombro un tanto dura -.

- ¡Joder Nat! ¡Qué susto! -dije pegando un salto de la sorpresa de oír su voz -.

- Perdón... -dijo con cara de pena mordiéndose el labio, que a este paso se lo iba a romper o se lo iba a romper yo como siguiera con ese tic... -.

- Estaba esperando a que alguien saliera para poder entrar y esperarte en el portal que aquí fuera me estoy muriendo de frío ... -dije abrigándome con mis propias manos-.

Acto seguido me miró como si me hubiera pasado algo malo y se acercó a mi para abrigarme en sus brazos... y yo no tardé en refugiarme en ellos. Fue un abrazo largo, de olernos, de sentirnos, de tocarnos, consciente o inconscientemente . Ella desprendía calor y yo en cambio, parecía Elsa de frozen... hasta tenía puestas las largas. Seguro lo estaba sintiendo, y me podía la vergüenza.

El sitio de mi recreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora