Tengo que aprender a decir mentiras

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Terminé de cantar y vi la carita de Alba dormida, si es que era un bebé, vaya cara de guapa tiene hasta dormida... bueno dormida y siempre. Me puse en pie, esperé a que todos terminaran de aplaudir, les di las gracias y me dirigí a coger el móvil. Hice un pantallazo, no podía no hacerlo, tenía que retener en mi cabeza ese momento por mucho tiempo, y corté la llamada.

Que se quedara dormida era lo normal, cuando salí del piso tenía 38 de fiebre y no entendía como se podía mantener en pie e incluso que le quedarán ganas de meterse conmigo. Esta chica es una fiera, que digo, es una diosa... mi diosa aunque ella todavía no lo sepa.

- Natiiiii, espabila, joder. Llevo como dos minutos de reloj llamándote... - Ici me despertó de mi nube casi gritando y mirando su reloj de pulsera que llevaba en la mano izquierda, que casualmente me sonaba y era mío...-.

- Dios, qué susto ... Estaba en mi pompa, perdón ... -dije disculpándome con mi amiga-.

- Te decía que si te ayudaba a desmontar el escenario ... -me quedé un poco pensativa y ella siguió hablando - ¿necesitas ayuda?

- Si, si, claro. Así termino antes.

- Uy, ¿y esas prisas de repente? -me preguntó con cara de intensa... -.

Hizo una pausa para ver que le decía y al ver que no sabía qué contestar, ella siguió. La verdad es que estaba pensando que excusa ponerle. No le podía decir la verdad que cuando las cosas se dicen siempre hay algo que aparece de la nada y lo jode todo sin previo aviso.

- No sé Nati, normalmente te quedas con los de allí - y señaló a los del grupo que habían venido a verme - de cañas -insistió mi amiga-.

- Hoy me tomaré una y me iré, estoy cansada. ¡Me pesa la vida, Iciiiii! -mentí tirándome encima de ella en modo dramática-.

No me pesaba nada, estaba más feliz que una perdiz, que digo, más feliz que ocho felices... pero le había prometido a Alba que le iba a devolver su ropa y eso iba a hacer. Soy una mujer de palabra. No era por que la quería ver ni mucho mens... le tenía que devolver la ropa sana y salva, sino la rubia es capaz de cortarme el cuello seguramente... aunque si lo hace a besos yo le dejo que me corte lo que quiera...

- ¡Nat, levanta que nos caemossss!

- Ici que no puedoooo, mira - hice el amago de levantarme y me volví a caer en ella -.

- ¡Venga, que mira como está el bar! -y señaló todas las mesas que tenía por atender-.

- Por ahi te vas a librar... Vete ya que solo me queda bajar la guitarra - me dio un beso y se fue a la mesa del fondo donde había un muchacho moreno con la mano levantada, la verdad que me sonaba la cara del muchacho... aunque con la cabeza que tengo seguro es de haberlo visto en la calle, en el metro o vete tú a saber donde -.

Recogí la guitarra, como le había dicho a mi amiga, me la eché al hombre y me dirigí a la mesa más escandalosa del bar. Llegué y todos me aplaudieron y estallaron en vítores.

- ¡Esa Nati, esa Nati, ehh, ehhh! - decía Marta seguida de Mike a toda voz y dando palmas, e instintivamente me puse del color del tomarico que le echamos a los macarrones los domingos ... pero bueno, nunca me acostumbraré a los elogios-.

- Chicooosss, que me está mirando todo el bar - dije quejándome- que me da vergüenza... - y lloriqueé un poco, hasta que Julia vino hacia mi para abrazarme-.

- Dejad de meterse con la niña, ya está bien -dijo acariciándome la carita-.

Julia se había convertido en una mami conmigo, no se como lo hacía que siempre llegaba en los momentos en el que los chicos me sacaban los colores. Era de las mejores amigas de Alba y en parte me venía bien llevarme bien con ella, aunque eso estaba chupado. Julia era un amor de persona, y en general como todos los que estaban en la mesa sentados.

- Natilla si es que te mereces eso y más, no seas baby - dijo Miki -.

- No lo hacemo pa' joder - respondió Marta haciendo un pucherito-.

- Yo lo sé pero ustedes sabéis que soy timidica - me separé de Julia y me senté en la mesa - así que invitadme a una cañita muy fresquita, ¡venga! - dije golpeando la mesa con la mano abierta para que sonara a hueco la madera -.

- No sabe na' la larga... - dijo Gonzalo por lo bajito-.

- ¡Tú, que te he escuchado! - le saqué la lengua después de mi frase -.

- Está en todo la niña, es normal, con sus dos metros es un ojo avisor - dijo Julia y se echaron todos a reír -.

- ¡Julia pero que tú eras de las buenas! - regañé a la que se había metido con mi altura-.

- En realidad mide dos centímetros, es más baja que yo - dijo Afri, apareciendo de la nada -.

- Anda la dueña del bar haciendo su actuación estelar... ¡Chicos, me estáis echando! -refunfuñé-.

- Realmente te quieres ir desde que terminaste de cantar ... no me jodas - apareció Ici con mi caña-.

- La que faltaba... No gano para amigos - dije llevándome las manos a la cabeza -.

- ¡Natalia Lacunzaaaa! - gritó Marta- Te estas moviendo el septum ... ¡cuenta!

Joder, joder, Natalia respira que te pillan ... respira.

- Me pica, ¿ahora no me puedo mover el septum?

- Mmmmm, interesante -dijo Ici -.

- Mira paso de vosotros... - me bebé la cerveza de un trago, me levanté de la silla, cogí la guitarra y me puse en marcha hacia la moto -.

Todos me mirarían con cara extraña, pensando que me había enfadado , pero lo cierto es que no se mentir...

- No estoy enfadada, no me mireis así... -les dije mirando a todos los de la mesa- Me voy por que no quiero hacerle esperar y no se mentir - les guiñé el ojo y salí corriendo, a mis espaldas se podía escuchar lo que había formando con mi comentario estelar -.

- ¡A GANAR ! - pude oír a Julia gritar -.

- ¡Esa es mi hermana! - dijo la Martuka -.

- ¡No veas la joia!- apuntó Gonzalo -.

- ¡Esa es mi baby! - resaltó Miki -.

Cogí la moto y puse rumbo a la casa de la rubia más guapa de España, que a lo tonto ya me había aprendido el camino de memoria. Dicen que todos los caminos llevan a Roma y Roma al revés es amor.

Natalia, ya está, deja de hacerte pelis que te quedan muy bien y luego ya sabes lo que pasa...

Aparqué la moto lo más cerca que pude de la casa de Alba. La chiquilla vivía casi en el centro y era difícil de aparcar hasta una moto... pero con suerte y buen manejo de los espacios pude hacerlo. Me bajé y sentí como si alguien hubiese estado persiguiéndome todo el camino. Moví la cabeza en todas las direcciones posibles y lo único que había era un coche negro con un muchacho moreno en doble fila observándome. Lo cierto es que no podía verle con nitidez la cara, los focos de la calle no eran suficientes para alumbrar dentro del coche puesto que tenía todas las luces apagada. Menos mal que no me llamo Marta Sango, sino ya estarían aquí los bomberos, la policía, los detectives y hasta la mismísima guardia civil ... solo por una sensación. Con las mismas metí el casco debajo del sillín y me dirigí al portal de la rubia cruzando los dedos por que se hubiese despertado de la siesta.

El sitio de mi recreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora