Nina llegó al parque con un nerviosismo inexplicable que le recorría todo su cuerpo y junto a su mejor amigo italiano esperan detrás de un enorme árbol bajo una sombra exquisita debido al calor arrasador.
—¿Cómo sabrás quien es? —manifestó preocupado por la seguridad de su amiga y sin saber que ese era el mismo temor de ella.
—Dijo que traería una rosa roja en las manos y me pidió que yo trajera algo azul —explicó recordando unos de los últimos mensajes donde acordaron encontrarse—. Ya es la hora.
Los nervios eran evidentes y los dos empezaron a buscar a la persona que se encontrarían. Miraron cada rincón del parque hasta que Benicio fue el primero en verlo y agradeció que su amiga estuviera de espalda. Pero cuando hizo el amague para girar sobre sus pies él la detuvo.
«¡No puede ser!».
—¿Qué pasa? —lo miró con el ceño fruncido y tan confundida.
Simón a lo lejos tenía una rosa roja en sus manos y miraba hacia todos lados como buscando a alguien, buscándola a ella. Es por eso que no dejo que se diera vuelta porque sus ojos negros cristalizados por sus lentes lo vería y lo que menos quería es que eso sucediera.
Iba a refutar algo coherente de su actuar cuando no lo necesito ya que justo en ese instante una chica que conocía muy bien se acercó al chico mexicano y empezaron a hablar hasta que sin ninguna razón aparente le dio la rosa.
«Perfecto».
Simón se alejó de la chica y ella quedó anonadada con ese gesto. Benicio, no caía en lo que veía y volvió la vista a su mejor amiga que seguía confundida así que mostró su mejor cara de asombro para que Nina lo creyera.
—¿Luna es la chica que te escribe?
Nina giró sobre sus pies sin dar crédito a la pregunta del italiano cuando sus ojos vieron que, en efectivo, Luna tenía una rosa roja como habían acordado con aquella persona misteriosa.
Una parte de ella le decía que no podría ser pero luego recordó los infinitos mensajes donde usaba expresiones mexicanas y hablaba de lo mucho que extrañaba su país por más que amaba vivir en el gran Buenos Aires.
—¿Y qué hago? —se cuestionó si ir y hablar con ella o quedarse ahí escondida aunque no tuvo tiempo de decidirlo cuando un grito los alerto a los dos.
—¡Ayuda! —gritó una voz masculina un poco cerca en el asfalto y los dos se dirigieron corriendo a socorrer aquel pedido.
(...)
Su único consuelo era patinar y ahora sólo podía verlo desde las gradas donde el público siempre la veía a ella. Su corazón destrozado no iba a poder soportar ver a su prima en la siguiente competencia estando en su lugar, ya sentía las lágrimas que caían en los costados de su mejilla haciendo más añicos.
—Ey, todo estará bien —puso una mano en su hombro—. Verás que los nueve meses pasarán rapidísimo.
Eso ni siquiera era un consuelo y mucho menos entendía el por qué no había desmentido aunque suponía que era mejor que todos pensarán eso a que empezarán a verla con lástima como ya lo hacia su familia, claro que excluyendo a Luna que seguía su vida como si no le importará.
—Emi... yo quiero formar parte del equipo, nos preparamos un montón para esta etapa y es injusto que me dejen en banda —sollozó molesta consigo misma por no ser lo suficientemente fuerte como para afrontar a su novio.
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Linda De Amar
FanfictionÉl no sabía que ella se convertiría en su nuevo amor verdadero.