Capítulo Diecisiete

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Caminó con pasos decididos, no quería detenerse a pensar en lo que haría porque ya había mandado el mensaje y obteniendo la respuesta positiva decidió que eso era lo correcto. Sus nervios se intensificaron al momento que llega al lugar, la casa frente a ella se ve más grande a la última vez que estuvo o quizás sólo eran ideas suyas.

«Okey, tú puedes hacerlo».

Sus palabras susurrandas le dieron el valor para dar el paso final y tocar la puerta. Suspiró. Paso sus manos por su pantalón de Jersey y volvió a tocar con insistencia. Su corazón latió con fuerza cuando sintió movimiento desde dentro y entonces se abrió la puerta dejando ver a una señora mayor con la mirada sonriente.

—Delfinita, entra por favor —habló con la sonrisa intacta, la señora mayor se corrió un poco y ella entró más nerviosa—. Toma asiento —ordenó a lo que ella negó porque cuanto antes terminará con ese sufrimiento sería mejor—. ¿Quieres tomar algo?

—Agua, por favor —accedió al sentir su garganta seca y sentir que hablar era un poco difícil.

La señora asintió. Ella aguardó un segundo esperando que volviera. Se dio el tiempo de mirar a su alrededor y observó que algunos muebles habían cambiado de lugar. Se le removió el estómago al observar una foto familiar en la repisa de uno de esos muebles.

—Aquí tienes —volvió con el vaso de agua y se lo paso a lo que ella agarró con miedo de que se derramará por sus manos temblorosas—. Tengo que confesar que me sorprendió tu mensaje porque hace... ¿Cuatro meses?

—Seis —aclaró, luego tomó el agua—. Hace seis meses que no venía de visita.

—¿Ya hace seis meses? —inquirió sorprendida para aligerar el ambiente sin saber como seguir—. Como pasa el tiempo y una aquí se hace más vieja —sonrió, se calló sin encontrar que más poder decir así que optó por dejar las formalidades—. Pero si estas aquí es porque paso algo grave, ¿tu mamá se encuentra bien?

Delfi sintió pena. Su amiga se había preocupado mucho por su madre al preguntar por su salud. Es por eso que un nuevo interrogante volvió a su mente: ¿era correcto decir la verdad? Claro que sí. La verdad siempre era la mejor opción, sin importar que sucediera después, debía decile lo que sabía.

—Si tía, ella está bien —respondió un poco segura—. En realidad, estoy aquí por otra razón.

—Delfinita, puedes confiar en mí y decirme lo que sucede —aseguró tomando sus manos para guiarle a un pequeño sillón donde se sentaron así estar más cómodas.

—Empecé a estudiar un curso de ciencias económicas —comenzó nerviosa y dubitativa—, el lunes tenía que ir al centro comercial porque me iban a dar unas copias de la próxima clase cuando me cruce con Gastón y él me vio.

—No entiendo, ¿qué pasó? —preguntó confundida y ella desvío la mirada.

—No estaba solo —dijo sin poder mirarla a la cara—. Él está saliendo con Martina.

—¿Qué? —se atrevió a mirarla y supo que había algo extraño, rogó que ella creyera sus palabras—. Me imagine que eso era y no te preocupes que ya me suponía que seguía encontrándose con ella a escondidas.

—¿Lo sabía? —su voz se quebró al escuchar esa confesión y quiso no sentirse patética por haber esperado tanto tiempo por un amor que nunca sería correspondido.

—No estaba segura pero si decís que los viste juntos es obvio que me mintió cuando dijo que iría a ensayar al Roller para la próxima competencia —afirmó, sus ojos no se veían hinchados ni un poco debido que ya lo sabía.

Linda De AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora