Capítulo Quince

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Respiró profundo, llenando sus pulmones de aire y luego lo expulsó. Seguido abrió la puerta de la entrada a su casa esperando no encontrar a sus padres preocupados por haber llegado tarde en la noche.

Su rostro se encontró primero con el de su padre y suspiro al verlo con algunas lágrimas abrazando a su madre, quien le da la espalda, proviniendo un sollozo de su parte pero se van separando de a poco.

La mujer se levantó del sillón apresurada y corrió a su encuentro envolviendo a su hija en un reconfortante abrazo, que se sintió como si todo estuviera bien al verla.

—Cariño —susurró entre lágrimas—, me preocupe mucho.

—Lo siento, mi celular se quedó sin batería —mintió Nina con una fingida culpabilidad—. Mamá, papá. Tengo que decirles algo importante.

Su madre la tomó de la mano mano izquierda guiando a la joven al sofá para sentarse y hablar tranquilos. Suspiro antes de mirarlos comprensiva al saber que no se tomarían muy bien la siguiente noticia porque ningún padre se sentiría cómodo no volver a ver a sus hijos.

—¿Qué querías decirnos mi niña? —tomó con cariño la mano derecha de su padre y la izquierda de su madre, ambos se miraron confundidos.

—Quiero entrar a la lista de testigos protegidos —dijo sin una pizca de arrepentimiento.

—Amor...

—No mamá, es mi decisión —interrumpió a su madre que miró a su padre para que dijera algo—. Sé que ustedes también lo quieren y por eso no se preocupen por mí, estaré bien.

—¿Estás segura? —insistió su padre tomando la palabra.

«Es una decisión correcta».

—Si.

—Bien, hablemos con el oficial Martínez entonces —aceptó su padre y su madre asintió con los ojos cristalizados.

—Pero tengo una condición —volvió a hablar Nina y ambos padres pusieron su atención en ella.

—¿Cuál?

—Quiero despedirme de mis amigos sin que nadie sepa nada, salvo Simón, después de que paso ayer conmigo toda la noche se merece una explicación.

—Esta bien —accedió su madre cediendo a la idea de que su hija debía hacerlo para no sufrir más—. Podemos agradecerle haciendo algo que a él le guste.

—Me encanta esa idea mamá y creo que tengo lo que podemos hacer —sonrió a penas dejando intrigados a sus padres.

Esa misma noche tuvo la sensación de que todo mejoraría, que había tomando la decisión correcta. Cerró los ojos cansados y se dejó guiar en un sueño profundo, sin pesadillas que la atormentan. Por primera vez se sintió tranquila.

Al despertar al día siguiente, su corazón se quebró recordando que todo acabaría. Decidió eliminar ese sentimiento para recordar que lo haría por dos personas que se merecían que la justicia llegará.

Se vistió con su ropa normal, sus lentes —rojos que desde el día del incidente no volvió a usarlos— y sus sandalias rosas. Su visión se nubló, cerró los ojos para adaptarse de nuevo a la baja calidad de esos vidrios y volvió a abrirlos para salir de su habitación.

En el sofá grande sentado se encuentra el chico mexicano que estuvo con ella en los últimos días y debía agradecerle. Sus ojos se encontraron. La miró confundido, su ceño fruncido notando que no entiende a la madre de la joven de lentes que sigue hablando por lo que toce un poco para llamar su atención.

Linda De AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora