29 | Dos corazones rotos

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Maratón 1/2

La novela tendrá 32 capítulos y un epílogo, entramos en la recta final :)


29 | Dos corazones rotos

Liam

Creo que es la primera vez que me rompen el corazón.

Y duele como el mismísimo infierno.

Han pasado doce horas y ahora estoy aquí, en el sofá, envuelto en las sábanas que he utilizado para dormir. Vuelvo a tener ese nudo asfixiante en la garganta que me persigue desde anoche. Solía pensar que las canciones de desamor exageraban, pero ahora sé que son reales. Porque todo lo que siento es dolor. Y vacío. Un vacío horrible que se adueña de mi pecho centímetro a centímetro. Y que no se deja ningún rincón por oscurecer.

He sufrido decepciones amorosas antes; con Michelle, por ejemplo, y con otras chicas antes que ella. Sin embargo, ninguna dolió como esta, lo que me lleva a pensar que quizá por entonces aún no sabía lo que era el amor de verdad.

Maia es la primera persona de la que me he enamorado, la única que realmente me ha hecho desear que me quisieran de vuelta.

Y eso la convierte en mi primer amor no correspondido.

Por mucho que intento apartar esos pensamientos destructivos de mi mente, no lo consigo. Mierda, llevo lamentándome como un crío desde ayer. Nuestra conversación no deja de repetirse en bucle en mi cabeza, sobre todo las partes más dolorosas. Ojalá hubiera forma de sacarme el corazón del pecho para dejar de sentirlo porque, cada vez que recuerdo lo que me dijo, es como si se retorciera. Sería mucho más fácil olvidar lo ocurrido si tuviera alcohol, pero Evan ha pasado la noche fuera, imagino que con Lisa, y no encontré ninguna botella en los armarios.

Suspiro, me armo de fuerzas y obligo a mis músculos pesados a ponerse en marcha para levantarme del sofá. Me da igual que el salón esté hecho un desastre. Voy directo a la cocina para preparar el café. Maia solía ser quien lo hacía todas las mañanas antes de irse a trabajar. Cuando le pregunté, me dijo que era porque ella también se había aficionado a él. Siempre supe que era mentira y que, en realidad, seguía odiándolo y solo lo preparaba para mí. Pensarlo me sienta como una patada en el estomago. Dejo la cafetera puesta y me dirijo a mi cuarto para cambiarme de ropa.

Solo que, al entrar, recuerdo por qué no he dormido aquí.

Ella está por todas partes.

Sus cuadernos y su portátil están sobre el escritorio, su ropa en el armario y tiene incluso un par de pendientes sobre la mesilla. No me he dado cuenta del espacio que estaba ocupando en mi vida hasta ahora. Aún me acuerdo de cuando le ofrecí pasar unas semanas aquí. Me gustaba la idea de que estuviera tranquila, lejos de Steve, y de poder estar ahí para ella en los momentos difíciles posteriores a la muerte de su hermana. Como resultado, ahora noto su presencia en toda la habitación. Es como si todavía estuviera aquí.

Intentando ignorar la presión que siento en el pecho, abro el armario y me enfundo una camiseta limpia y unos pantalones de chándal. También me pongo las zapatillas. Necesito mantener la mente ocupada. Como sea. Cuando vuelvo al salón, cojo el móvil y me dejo caer otra vez en el sofá. Estoy borrando todas las canciones de 3 A. M. de mi lista de reproducción —no podría escucharlas sin acordarme de ella— cuando alguien forcejea con la puerta.

Me da un vuelco el corazón. Maia tiene una llave, así que lo primero que pienso es que se trata de ella.

Quienes entran en su lugar son Lisa y Evan.

Hasta que nos quedemos sin estrellas |  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora