10 | De mal a peor
Maia
Cuando dan las diez en punto y mi turno está a punto de terminar, Liam sale del local. Lo sigo con la mirada, trago saliva y después me centro en limpiar la barra. Esta noche le toca cerrar a Lisa, que tendrá que aguantar aquí unas horas más, y quiero facilitarle el trabajo. Cuando acabo, me quito el delantal y lo guardo en el bolso. La chica se acerca para despedirse. Es más alta que yo y también tiene más curvas, y el pelo rojizo le cae en ondas sobre los hombros.
—Nos vemos mañana —le digo.
—Y tanto que sí. Tienes mucho que contarme. —Me señala con un dedo. Luego, se vuelve hacia Derek, que acaba de llegar junto a nosotras—. Adiós a ti también, fracasado.
Él gruñe y a mí se me escapa una sonrisa. Lisa se ha pasado los últimos treinta minutos intentando sonsacarme información sobre mi supuesta relación con Liam y seguirá insistiendo hasta que lo consiga. Además, es tan ingeniosa como yo a la hora de meterse con Derek. Ojalá no me viera solo como una compañera de trabajo más. Me gustaría que fuéramos amigas.
Creo que necesito una.
Una vez recojo mis cosas, salgo del local. Ha anochecido y la temperatura ha descendido varios grados. Me abrazo para conservar el calor y miro alrededor. Supongo que una parte de mí esperaba que se hubiera marchado, pero la otra siente cierto alivio al comprobar que Liam sigue aquí. Ha estacionado frente al bar y me mira apoyado en su coche de última gama. Los nervios se me cuelan en el estómago, pero no puedo echarme atrás: me guste o no, tengo que asumir las consecuencias de mis actos. Estoy a punto de caminar hacia él, cuando escucho una voz a mis espaldas:
—¿Necesitas que te lleve a casa?
Me giro y arqueo las cejas al ver a Derek.
—¿Perdón? —articulo. Espero que sea una broma.
—No tienes por qué subirte al coche de ese tío. Si no quieres volver sola, puedo acercarte yo.
—¿Va todo bien? —Es Liam. De pronto, noto su presencia a mis espaldas, mucho más cerca de lo que me gustaría. Me pone una mano en la cintura y el corazón me salta, pero lo disimulo tan bien como puedo. Se supone que es mi novio, así que no me aparto.
No me resisto a lanzarle una mirada rápida por encima del hombro, aun así. Frente a nosotros, Derek aprieta los dientes, como si le repulsara vernos así.
—He dicho que te llevo a casa. Muévete y no rechistes —me ordena.
Junto las cejas ante su tono de superioridad. Voy a insultarle, cuando Liam suelta un silbido:
—Vaya, tío, parece que no le tienes mucho aprecio a tu vida. ¿De verdad acabas de hablarle así?
Su tono es burlón, lo que enfada todavía más a Derek.
—¿El gilipollas de tu novio acaba de amenazarme? —me espeta.
—Calma, rubito. En primer lugar, no me llames gilipollas. Y no era una amenaza, sino una advertencia. No soy yo quien debería preocuparte. Si fueras lo suficientemente listo, sabrías que ella es más peligrosa. Asegúrate de hablarle con respeto la próxima vez. —Mientras habla, Liam usa la mano que tiene en mi cintura para tirar ligeramente de mí hacia atrás—. Vamos, Maia —me indica, con voz suave.
Intentando ignorar la presión que ejercen sus dedos sobre mi piel, asiento y lo sigo hasta el coche, dejando a Derek con la palabra en la boca. «Que te jodan, payaso».
Entonces reparo en que estoy a solas con Liam y los nervios se multiplican en mi estómago. Las luces del vehículo parpadean cuando lo desbloquea y se aparta de mí para sentarse frente al volante. Espera que haga lo mismo, pero no me muevo. Al verme vacilar, se estira sobre el asiento del copiloto y me abre la puerta. No me queda otra que subirme.
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Hasta que nos quedemos sin estrellas | EN LIBRERÍAS
Romance«No tengo ni idea de lo que es el amor. Creo que nunca antes lo había sentido. Lo único que tengo claro es que, cada vez que pienso en eso, eres tú quien se me viene a la cabeza». Liam ha perdido su pasión por las redes sociales. Está metido en una...