26 | La noche que nunca existió

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Advertencia: prepara tu corazón, por favor, gracias.


26 | La noche que nunca existió

Maia

Una vez que cargamos las maletas, por fin emprendemos el camino hacia el lago. Los primeros treinta minutos de trayecto son caóticos. Le he «robado» a Evan el asiento del copiloto, de forma que ha tenido que resignarse a ir detrás, y ahora no deja de meter la cabeza entre nosotros para darle indicaciones a Liam, que va conduciendo, y soltarme esos comentarios mordaces que van a acabar con mi paciencia. Ni siquiera me deja disfrutar de la música con tranquilidad.

—Tu gusto musical da asco —comenta después de que conecte el móvil a la radio del coche para poner una de mis playlists.

Pongo los ojos en blanco.

—Tu personalidad también y no te lo digo por respeto.

—¿No podéis pasaros dos minutos sin discutir? —se queja Liam.

—Le has dejado el asiento del copiloto, tío —le recrimina Evan, dándole un golpe en el hombro—. Eso rompe todos los códigos de lealtad entre mejores amigos.

Me vuelvo a mirarlo con los ojos entornados.

—¿Nunca te han dicho que eres muy dramático?

—Más te vale ser amable conmigo, Malena, porque vas a mi casa y yo sí que puedo hacerte dormir en el pasillo.

—No vas a hacerla dormir en el pasillo —interviene Liam.

Evan pone mala cara y yo sonrío, satisfecha, aunque ignoro a su amigo cuando me mira de reojo. Sigo sin sacarme de la cabeza lo fuera de lugar que me he sentido antes, con Ashley.

—¿Con quién comparto habitación, por cierto? —le pregunto a Evan, e intento ser «amable» para que dejemos de discutir.

—Con Lisa —contesta él.

Quiero replicar, pero mantengo la boca cerrada porque sería demasiado descarado.

—¿Cómo que con Lisa? —salta Liam automáticamente.

—Solo hay tres habitaciones, así que ellas van juntas, tú vas conmigo y Hazel va con su prima. Aunque estoy abierto a modificaciones según cómo se desarrollen los acontecimientos. —Le echa un vistazo al GPS en su móvil—. Tienes que tomar la siguiente salida a la izquierda —le indica a Liam.

Él agarra el volante con ambas manos y echa un vistazo a los indicadores del coche.

—Vamos a tener que parar. Estamos casi sin gasolina.

Evan se vuelve inmediatamente hacia mí.

—Enhorabuena —me suelta, el muy gilipollas.

—¡¿Qué culpa tengo yo de que no haya gasolina?!

—¡El copiloto tiene que encargarse de ese tipo de cosas!

Abro la boca para seguir discutiendo, pero Liam está tenso y parece harto de nosotros, así que me quedo callada, solo por él, y me giro hacia adelante para no ver la sonrisa victoriosa que me dedica Evan al ver que no replico.

Le envío un mensaje a Hazel para avisarla de que nos desviaremos en la próxima área de servicio y compruebo por el espejo retrovisor que nos siguen cuando Liam gira a la derecha. Aparca frente a la gasolinera y se baja del coche para buscar al encargado. No pienso quedarme a solas con Evan, así que decido ir con él. Por el rabillo del ojo veo que Lisa y las demás también han salido del vehículo, imagino que para estirar las piernas.

Hasta que nos quedemos sin estrellas |  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora