31 | El principio del fin

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Penúltimo capítulo, lloremos


31 | El principio del fin

Maia

A diferencia de mí, Lisa sí trabaja los domingos en el bar, de forma que a la mañana siguiente nos levantamos temprano y me ofrezco a llevarla en coche a su casa. Se despide tras desearme buena suerte y su mirada me recuerda lo que ambas sabemos que tengo que hacer. Solo de pensarlo me envuelven los nervios, así que, cuando vuelvo al coche, me tomo un segundo para mentalizarme. Y después me armo de fuerzas y arranco el motor.

Los treinta minutos de trayecto se me hacen eternos. Procuro no distraerme mientras conduzco, pero tengo la cabeza en otra parte. No dejo de pensar en lo mucho que dolería que Liam me dijera que no quiere volver a verme. O que está mucho mejor sin mí. O a saber. Siempre tiendo a ponerme en lo peor y, cuando aparco en las traseras de su edificio, tengo el estómago tan revuelto que me entran incluso ganas de vomitar.

Mierda, no sé lo que voy a decirle.

No puedo entrar ahí y quedarme en blanco.

Apago el motor y, como la música siempre me ayuda a tranquilizarme, utilizo el móvil para entrar en Spotify. Selecciono casi sin pensar el último álbum de 3 A. M. e Insomnio, la primera canción de ellos que Liam me recomendó, inunda el coche con sus acordes. Echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Vale, puedo con esto. Claro que puedo con esto. Es un chico. Que me gusta. Parece un miedo muy absurdo si lo pintas así. Me he enfrentado a cosas peores.

Saco el cuaderno de mi bolso y escribo:


Todo lo que nunca le he dicho a nadie:


Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.


1. Hago creer a todo el mundo que no me importa nada porque es mi forma de protegerme.

2. En realidad, las cosas sí me importan (mucho) y solo me da miedo que me hagan daño otra vez.

3. Creo que ese miedo me impide hacer cosas que me harían muy feliz.

4. Me gusta la risa de Liam.

5. No sé cómo decirle lo mucho que valoro todo lo que ha hecho por mí.

6. Me llama «supernova», pero yo creo que esa definición encaja mejor con él.

7. Es una de las mejores personas que he conocido.

8. Sé que tiene un futuro brillante por delante.

9. Quiero (ojalá me deje) formar parte de ese futuro.


Guardo de nuevo el cuaderno, cojo el bolso y salgo del coche.

Dado que estamos a mediados de primavera, ha comenzado a refrescar. Me refugio en el calor de mi chaqueta de cuero y camino hacia el edificio. De primeras voy casi tranquila, sobre todo después de escribir, pero los nervios me asaltan cuando subo al ascensor. Y, cuando me paro delante de la puerta de su apartamento, el pulso me va tan desenfrenado que temo que el corazón se me podría salir del pecho en cualquier momento.

Cojo aire antes de llamar a la puerta.

«Puedo hacerlo, puedo hacerlo, puedo hacerlo».

Se oye el cerrojo, el corazón me da un vuelco y me pongo las manos tras la espalda, inquieta, para disimular. Espero encontrarme con un Liam despeinado y confundido, pero otra persona abre la puerta en su lugar.

Hasta que nos quedemos sin estrellas |  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora