23 | La luz al final del túnel

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23 | La luz al final del túnel

Maia

—Estoy nerviosa.

—Lo sé —responde Lisa al otro lado de la línea—. Pero estoy segura de que saldrá bien.

Trago saliva y vuelvo a mirar el reloj. Me quedan solo quince minutos para conocer al que podría convertirse en mi nuevo jefe. Si no meto la pata hasta el fondo, claro. Estoy a una sola calle de distancia del local. En realidad, está bastante cerca del apartamento de Liam, por lo que me habría bastado con salir con unos cinco minutos de antelación, pero necesitaba desesperadamente irme de allí. Liam llevaba dándome consejos desde que llegué del trabajo. Creo que estaba incluso más nervioso que yo. Y me estaba estresando.

De hecho, lo he bloqueado en WhatsApp para que no pueda enviarme más mensajes.

No soy la persona más amable del mundo, vale, pero seguro que ya está acostumbrado.

—Lisa, no tengo nada bueno que ofrecer.

Y basta con ver mi currículum para darse cuenta. Antes ni siquiera tenía uno, Liam me ayudó a hacerlo anoche. Y es penoso. Estudios: los básicos, acabé el instituto a duras penas. No sé nada de idiomas. ¿Experiencia? Bueno, trabajo en el bar de Charles desde hace ocho meses, pero no sé hasta qué punto puedo considerarlo «oficial» si el muy gilipollas no me ha hecho un contrato todavía.

Esto no va a funcionar. Y Liam y Lisa están tan convencidos de que sí que me da pánico decepcionarlos.

—Tampoco tienes nada que perder —dice ella—. Si no te contrata, seguirás trabajando en el bar como si nada. Las cosas pueden ir a mejor o seguir iguales. Así que ve e inténtalo. Y veremos qué sale.

—No sé cómo dar una buena impresión —me sincero, frustrada.

—Vale. Primer paso: ¿cómo vas vestida?

Echo un vistazo a mis vaqueros y a la camisa blanca que he escogido.

—Decente. Liam me dijo que le gustaba.

—Te diría eso incluso aunque llevases una bolsa de basura —repone, e imagino que sonríe—. Es una tienda de discos, ¿no? Sabes mucho sobre música. Impresiónalo.

Aprieto los labios. Bueno, eso sí que puedo hacerlo. O al menos lo puedo intentar.

—No tengo nada que perder —repito para auto-convencerme.

—Exacto. Ojalá te contraten. Aunque será una mierda tener que lidiar con Derek por mi cuenta.

Se me escapa una sonrisa. Es una forma muy curiosa de decirme que va a echarme de menos.

—No voy a dejar de trabajar en el bar. Ni aunque me contraten aquí. Puedo compaginar los dos trabajos durante una temporada. Me gustaría ahorrar para la universidad y...

Cierro la boca antes de irme por las ramas. Prefiero no hacerme ilusiones. Creo que Lisa lo sabe y, si estuviéramos cara a cara, estoy segura de que sonreiría con tristeza.

—Antes ha venido tu madre a preguntar por ti —dice, y se me tensa todo el cuerpo. No sé nada de ella desde el funeral. Y han pasado dos semanas.

—¿Iba sola? —Es lo primero que pregunto. Soy una hija terrible.

—No. Había un hombre esperándola fuera, en el coche.

Claro. Steve. No ha cambiado nada.

No sé por qué me sorprende.

Hasta que nos quedemos sin estrellas |  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora